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Notas de un lector

Las puertas de la memoria

Pedro A. González Moreno ha escrito un bello libro, “Contra tiempo y olvido”

Publicado: 17/07/2023 ·
11:16
· Actualizado: 17/07/2023 · 11:16
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Que la memoria se acrecienta si sabemos aprovecharnos de ella es algo que la literatura ha dejado patente a lo largo de su historia. Mirar atrás, revolver el desván de la acordanza, cerrar los ojos y regresar a otra edad y a otro espacio, es propio del oficio del creador.Y, desde esas premisas, Pedro A. González Moreno ha escrito un bello libro, “Contra tiempo y olvido” (Almud Ediciones, 2023). Todo él, obedece a un ejercicio de rememoración y conmemoración de sus primeros quince años (1960 -1975), de sus andanzas y venturas en su pueblo natal, Calzada de Calatrava.Escribió Gabriel García Márquez que “hasta la adolescencia, la memoria tiene más interés en el futuro que en el pasado”. Y, sin embargo, la edad adulta parece querer llevarnos de vuelta a todo aquello que vivimos cuando caminábamos, a tientas, entre la inocencia y la libertad.

Confiesa el autor manchego en su introducción que aquel tiempo sigue siendo “un suelo donde fértil donde la semilla de los recuerdos” inunda aún su presente. Por eso, añade, “yo he vuelto y sigo volviendo para abrir todas las puertas que, en su momento, se quedaron entornadas. Y este libro viene a ser como la llave que abre definitivamente todas esas puertas, en un viaje contra el tiempo y también contra el olvido”.

Testigo directode lo acontecido, a lo largo de estas más de doscientas páginas, Pedro A. González Moreno va demorándose en aquel imborrable periodo vital. Con una prosa ágil, lírica, ensoñadora, va desplegando, a su vez, todo aquello que aún perdura en sus adentros: “Nuestro contacto con el mundo exterior se limitaba a los estrechos territorios de una calle o un barrio”. Claro que, el afán por descubrir, por conocer y reconocer cuanto latía en aquellos territorios, entre aquellos protagonistas, guardaba un anhelo y una curiosidad muy distintas a las de ahora.

De su mano y de su pluma, pues, el lector sabráde las eras y los quiñones, de la falta de agua corriente en las bañeras, lavabos o inodoros en las casas, de la inconfundible bicicleta del afilador, de las películas de indios y vaqueros, de sus dos primeras novelas, “Un pueblo fantasma” y “Los tres aventureros” -inspiradas en los citados western-, del dolor de la muerte del abuelo Francisco, de la llegada del carnaval con sus máscaras, de los cómics del Capitán Trueno, de la antigua escuela en el Convento de San Francisco, del grato encuentro con la poesía -Bécquer, Espronceda, Machado…-. Y, también, de la incredulidad de la profesora Doña Mary, incapaz de dar crédito a que aquel adolescente ya escribiera con tanta soltura y con una prosa llena de adjetivos y arcaísmos: “Un sol de plomo bruñido caía sobre ellos como inmensa y aurífera alfombra de rubicundos tapices…”

El verano del 77, con la democracia en ciernes y el fin del Bachillerato, hubo que cerrar aquella casa vívida y familiar y poner rumbo a Ciudad Real para iniciar los estudios universitarios. “Pero aquel adolescente aún no tenía conciencia de lo que significaba la palabra desarraigo”.

Al cabo,el corazón es lo último que se desprende la tierra y la memoria lo último que se desprende del corazón. Y, en este volumen, están las raíces de quien ha sabido prenderse humana y solidariamente de cuanto aún palpita entre su alma adulta. Y juvenil.

 

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