Un equipo de investigación de la Universidad de Huelva ha desarrollado pellets de biomasa residual de pino para prevenir incendios e incrementar la rentabilidad de este material vegetal.
La propuesta de los investigadores evalúa por primera vez la densidad, el contenido de humedad, el poder calorífico y la resistencia mecánica de la biomasa residual de pino piñonero (Pinus pinea L.), ha informado la Fundación Descubre en un comunicado.
Con estos datos, concluyen que el producto final posee un gran potencial energético en relación a su tamaño, es eficaz en la combustión, emite un volumen muy bajo de gases contaminantes en comparación a los combustibles fósiles y su producción es sostenible.
Destacan que el desarrollo de estos pellets tiene dos ventajas: la recogida de biomasa de los bosques y montes, que ayuda a prevenir incendios forestales, ya que se reduce el material potencialmente combustible; y, por otro lado, la obtención y venta de pellets de pino piñonero podría costear hasta un 80% de los gastos de producción y transporte de la biomasa.
"Solo en los pinares de Huelva se podría obtener de forma sostenible casi 1.000 kilogramos de biomasa forestal por hectárea al año. Con tres hectáreas, se podrían cubrir las necesidades energéticas de un hogar durante un año", ha explicado el investigador de la Universidad de Huelva, Manuel Fernández.
Para evitar incendios forestales, las instituciones públicas suelen retirar grandes cantidades de biomasa de las zonas más proclives a sufrir fuegos, si bien los métodos tradicionales presentan varias desventajas, como los costes de recolección y transporte, la baja densidad energética de la biomasa y la calidad y particularidades del material.
"Por estos motivos trasladar la biomasa más de 100 kilómetros a la redonda no es rentable ni de forma económica, ni medioambiental, ni energética. Los pellets que proponemos tratan de solucionar estos tres problemas", ha señalado Fernández.
Para desarrollar los gránulos cilíndricos, los científicos recogieron muestras de corteza, tronco, ramas y hojas de pino piñonero en las inmediaciones de Doñana.
Luego, analizaron mediante métodos físicos y químicos tradicionales la densidad, el contenido de humedad, el poder calorífico y la resistencia mecánica de los pellets fabricados con cada parte del árbol.
De este modo, concluyeron que el tronco sin corteza y las ramas más gruesas son los mejores 'ingredientes' para crear pellets de alta calidad, mientras que las ramas pequeñas y finas y las hojas poseen peores cualidades físicas y al quemarse emiten una mayor cantidad de nitrógeno, azufre y cloro, gases con impacto en la contaminación del aire y la salud humana.
Tras establecer cuáles eran las partes más útiles del árbol, los expertos llevaron la biomasa a una planta de pelletización, donde trituraron el tronco sin corteza y las ramas para convertirlos en serrín y luego las densificaron, es decir, extrajeron todo el aire y agua posibles y comprimieron el material para obtener los pellets.