Entre Koldo y Puigdemont se está erosionando la aventura democrática que inició Adolfo Suárez echando abajo las flechas y el escudo del Imperio. La crisis del PSOE es grave. La fuerza del partido ha residido históricamente en lo inmediato, lo próximo, en esa cuestión municipal y espesa que decían los veteranos articulistas, es decir, en los ayuntamientos, pero desde el fracaso en los comicios del 28-A, los socialistas experimentan su menor presencia territorial desde la restauración democrática. El PSOE logró mantener en las generales de julio el Gobierno de coalición, pero Pedro Sánchez está obligado a realizar continuos equilibrios políticos en el alambre desde una peligrosa altura sin red con los separatistas catalanes, y ha impulsado ‘el sanchismo’, que consiste en una rara ideología basada en su ‘Manual de Resistencia’, pero que parece desconectada del socialismo y de la socialdemocracia de siempre, tal y como la entienden Felipe González o García Page, por ejemplo. Sánchez atisbó antes que nadie el caladero de escaños que aportan en Las Cortes los nacionalistas, pero ignoró la vieja premisa de Lenin: “No pintemos el nacionalismo de rojo”. Porque Junts es derecha/derechona. Estamos en 2024, pero esta legislatura recuerda a la de 1993, con FG cercado por los casos de corrupción y por la honda crisis interna del partido.
El PSOE tiene 125 años de historia, una longevidad que resulta difícil entender debido a las durísimas crisis que ha afrontado. El enfrentamiento entre renovadores y guerristas de 1994 resultó desolador. Pero se vislumbran señales de una futura contienda interna aún peor. El ‘caso Koldo’ ha sumido al PSOE en una desazón bien disimulada, porque es la primera vez que alguien que fuera secretario de Organización resulta expulsado del partido. Ábalos es, además, un destacado integrante del PSOE de la militancia, el que ideó Sánchez, y un miembro esencial de ‘la quinta del Peugeot’. El subsuelo del PSOE se está cubriendo de dinamita de explosión retardada, que resultará especialmente peligrosa cuando el partido se caiga del Gobierno. La mecha de la discordia crece, aunque todavía silenciosamente (más aún con tres elecciones inmediatas). El PSOE precisa un rearme ideológico, hallar el equilibrio entre ‘el sanchismo’ y ‘los infrarrojos’. Porque en el escenario actual, la sucesión de Sánchez será virulenta. Hubo quienes decían en los 90 que el Partido Andalucista cabía en un taxi. El PSOE lleva camino de caber en un Peugeot.