Qué tiempos aquellos en los que estaba claro quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos. Cuando uno veía una película o una telenovela los buenos eran buena gente incapaz de devolver el mal que les hacían, y los malos eran malos a tiempo completo, fácilmente reconocibles. Los buenos siempre sufrían y los malos ganaban fastidiando a los buenos, aunque al final solía haber una moraleja de que el mal no compensa y todo se acaba pagando, en esta vida o en la otra.
Como la mayoría de personas nunca gana siempre, la identificación con los buenos era lo más lógico, proyectando en los que buscan ganar de cualquier manera esa maldad que antes o después debe acabar pagándose. A los malos tal vez les motiva pensar que, si acaso, solo les irá mal al final, pero mientras hay que aprovechar. Quizás ese mundo nunca existió y nos llevó a pensar que bueno y malo eran categorías excluyentes, y que siempre había esperanza de que los malos acabaran convirtiéndose en buenos. Pero todos somos los malos en la historia de alguien y, en la realidad, ni los buenos son tan buenos, que de bueno a tonto hay poco trecho, y los malos a veces son buenos y otras peores.
Hace unos días encontraba en una web de una empresa de créditos rápidos una auto atribución de comportamiento ético. Presumen de tener un Código ético y una política anticorrupción y de prevención del tráfico de influencias, pero en sus créditos cobran intereses de hasta el 5000% TAE. Debe ser una nueva ética ayudar a quien necesita dinero cobrando estos intereses. Esta empresa, a pesar de facturar millones de euros no tiene empleados y, con esos intereses, casi no tiene beneficios. Misterios que parecen no interesar a quienes deben vigilar que se cumplan las leyes, a pesar de que está vigente una Ley de 1908 que declara nulos los contratos de préstamo en que se estipule un interés notablemente superior al normal del dinero y manifiestamente desproporcionado.
Parece que ya no hace falta ser bueno, solo simular serlo. Cada vez cuesta más distinguir la simulación, y no es cosa de inteligencia artificial sino de atontamiento natural. Aunque siempre ha habido lobos que se han disfrazado de ovejas, los disfraces y las apariencias se cuidaban más. Ahora ya da igual que se vea el engaño. Quien vea al lobo será acusado de negacionista de la diversidad de las ovejas.