Cuando llueve, la gente suele decir: “buenos días por decir algo”. En una tierra donde las precipitaciones son tan insuficientes y esperadas no tiene sentido hablar así, ni que viviéramos en Irlanda donde el sol es un bien escaso que las nubes raramente dejan ver.
El tiempo nos engaña, pasar noviembre como septiembre no es que hayamos tenido buen tiempo. Los jerséis están en las estanterías de las tiendas porque ha habido una anomalía meteorológica, hemos pasado el mes de noviembre más cálido desde que hay mediciones. No se puede negar, el cambio climático está aquí ya, con ese mar Mediterráneo cada vez más caliente y los casquetes polares derritiéndose.
Los chavales se incorporan al colegio con manga corta y con ellas continúan en las carreras de los recreos hasta que llega diciembre. Lo imprescindible en Andalucía es el aire acondicionado, no la calefacción. Poner chimeneas es una moda con poca utilidad.
Nos hemos acostumbrado a ver salir el humo de las castañeras en el nuevo veroño que tenemos, hemos olvidado que antes las castañas nos calentaban las manos. Las estaciones intermedias: primavera y otoño se han esfumado. Ha tenido que llegar diciembre para que en las previsiones meteorológicas se hable de bajadas de temperatura, pero si te pones en una parada de autobús, a las tres de la tarde, en Jerez, te derrites como un helado en agosto.
Este calor antinatural nos afecta hasta en el plano psicológico, cada vez hay más personas que padecen de insomnio.
La preocupación por el cambio climático debería ser de las primeras de la sociedad española, es la que nos trae las danas con sus catástrofes. Mientras la población mundial no se conciencie de esto y presione a sus políticos a tomar medidas todo va a ser tener que atenerse a las consecuencias de las catástrofes.