“Queridos Reyes Magos…”. Así podría empezar perfectamente la hipotética carta escrita por un Racing Portuense que no pudo pasar del empate a cero goles en su estreno anual. En ella, como buena misiva, podría demandar varios deseos en la intención de que alguno se pudiera cumplir.
Y es que trabajo y paciencia hay por delante para revertir una dinámica gris. Un punto de nueve y más de dos meses sin vencer en Valdelagrana. Demasiado tiempo para un equipo que busca la permanencia como objetivo primordial.
Atascado, sin claridad de ideas, plano y, por momentos, ausente, se fue desvaneciendo con el discurrir de los minutos. El intenso frío en una tarde desangelada y negra, suspiró porque el tormento acabara lo antes posible de la mejor manera.
Y pronto puso volverse más oscura y aciaga si los delanteros sevillanos no hubiesen perdonado las dos clarísimas ocasiones de las que gozaron, nada más comenzar el partido. Primero, Lucas de tacón y de espaldas intentó, con toda la intención del mundo, sorprender a Ismael. Primer aviso.
Ni por esas los hizo reaccionar del letargo. Acto seguido, Eloy incomprensiblemente en la misma línea de gol, perdonó a los racinguistas mandando un balón, cuando lo más fácil y presumible era que entrase, al cielo portuense. Suspiros generalizados y miradas cómplices auguraban un mal final.
Imprecisa y nerviosa, la defensa buscó la tranquilidad ante un impetuoso conjunto lebrijano. Un Racing dormido, contemplativo y diesel veía como el Antoniano se le subía a las barbas. Costó entrar en el partido y sacudirse el descarado dominio visitante. Otro rival justito, pero atrevido, retaba la vitalidad rojiblanca.
Con el bote de varios córners consecutivos de los de Mere, el control se fue nivelando, dando lugar a un choque abierto y vistoso, que se estancó con el discurrir del cronómetro.
Y para de contar. Hasta ahí duró lo más destacable del encuentro. La explosividad tuvo una caducidad temprana. 30 minutos de fútbol que dieron pase al desorden.
En el segundo acto, se repetiría cíclicamente el mismo guión. Llegadas sevillanas y caraja rojiblanca. La mejor ocasión y la única, fue el lanzamiento de Benítez desde la frontal del área que hizo lucirse, al hasta entonces impoluto, Isaac.
El primer lanzamiento entre los tres palos se produjo a la hora del partido. La afición, flemática y gélida, lo interpretó como el reclamo perfecto en la búsqueda de nuevas oportunidades. Nada de nada. Ahí empezó y ahí mismo terminó.
Ni los cambios ni las variantes de posiciones variaron un ápice lo dispuesto. Hallar alguna lectura positiva tras lo visto, fue complicado. La única, después de ocho jornadas encajando gol, y paradójicamente cuando el rival gozó de las más claras, el portal quedó impoluto.
El comienzo del año lejos de zanjar dudas, las eterniza en el tiempo.