Las doce de la mañana de un domingo de Pasión soleado en nuestra ciudad. El teatro Pedro Muñoz Seca y los sones de la marcha 'Madre Hiniesta' preludian un Ángelus que el Asistente Eclesiástico del Consejo Local de Hermandades de El Puerto, Antonio Olmo, reza en unión de todos los allí presentes.
Francisco Javier Villanueva Pérez, serio en su porte, inicia la semblanza al pregonero. Villanueva es hermano del Resucitado y miembro de su Junta de Gobierno, además de capataz de esta misma hermandad y de otras. Costalero y portuense, enamorado de nuestra Semana Santa, ensalza las dotes artísticas del pregonero. Le dice que ‘envidia’ los ratos que pasa con Ella y los diálogos que David Calleja mantiene con las Titulares que se encarga de poner guapas.
La Banda de Música Maestro Dueñas interpreta ‘Amarguras’, himno oficial y oficioso de la Semana Santa, cuando a su conclusión, David García Ruiz, David Calleja, comienza su pregón.
Se sabe de memoria los primeros versos de este pregón, lleno de poesía, y hace un breve repaso por las hermandades portuenses. El hilo que sustenta estos inicios es María Santísima del Dolor y Sacrificio, una de las imágenes que viste y una de sus devociones, la más familiar. De ahí, pasa a su Soledad. Sus manos unidas, su capilla, su misterio, la visión del catafalco de plata, el color negro de funeral… el Viernes Santo. Da las gracias a algunas personas relacionadas con las Titulares que le han hecho sentir esas cofradías, Antonio Mateos o Víctor García, Flagelación y Resucitado, entre otras. Y a su amigo, Vicente Patón, le agradece que le llevara un día a San Marcos para vestir a la Entrega. Se lamenta de que no pudiera despedirse de Ella, pero está tranquilo porque la Señora está en buenas manos.
De pronto, una sevillana suena en el Teatro. Juanitín interpreta ‘Palmas y Olivos el Domingo de Ramos’. Va recorriendo las distintas devociones de El Puerto y habla de los colores de las hermandades. Explica por qué los colores corporativos son importantes y nos lleva hasta las camareras. Las camareras cuidan las alhajas y los ropajes de la Madre, procuran que no falte ni un alfiler y conservan el ajuar como oro en paño. Las nombra a todas, sin excepción, y valora el trabajo que realizan de esa manera tan exquisita. Dedica a su familia varios espacios del pregón –precioso el momento que nombra a sus sobrinos para evocar el Domingo de Resurrección- y recuerda las imágenes que viste.
‘Celestial Madre mía de la gracia y la pena’, son algunas estrofas que se interpretan desde bambalinas. Surge la emoción en los siguientes versos y es el público el que rompe en aplausos tras las palabras de David: “Yo soy, yo soy tu vestidor”.
El pregonero nos pide que pensemos en nuestra madre. Recuerda cuando su madre, con siete años, Juani Calleja –excelente bordadora y gran persona-, le llevó a la madrugada del Viernes Santo. Desde entonces, no puede dejar de acercarse a la reja de la Capilla del Nazareno en la Iglesia Mayor Prioral. Se emociona y le cuesta terminar su declamación porque su madre y el Señor salen al encuentro de su corazón y de su fe.
No quiere que nadie se ofenda porque va a terminar el pregón con su virgen de San Joaquín, María Santísima de la Amargura. Invita a entrar a Malena que canta una saeta apoyada al respaldo de una silla de enea. Los versos finales se adornan con las notas finales de la marcha ‘Rocío’: instrumentos, aplausos y versos se entremezclan para concluir este pregón de la Semana Santa de El Puerto de Santa María, hecho por un artista portuense que bien hubiera podido encajar en el Renacimiento.