Su mundo no tiene fronteras, aunque las paradojas de la vida le hagan recalar en un pueblo cuyo nombre pone límites. La exportación de frutas le ha apasionado no sólo como negocio, sino como una vocación que nació en los tiempos en que montó un pequeño puesto en el mercado barcelonés.
Lorenzo Carrasco, con siete décadas a sus espaldas, es uno de esos hombres hechos a sí mismo y a base de experiencias, que sabe que el trabajo y la constancia son las claves de cualquier empresa, en muchas ocasiones a cambio del sacrificio personal y familiar.
Después de una dilatada experiencia, el empresario acaba de adquirir las 250 hectáreas que conforman los terrenos de la extinta cooperativa La Pequeña Holanda, en la carretera Arcos-Bornos, que si bien fue un modelo productivo hace unas décadas, ciertamente se había venido a menos por no prever, tal vez, el lógico relevo generacional de sus socios. El propietario de la firma LC -sus iniciales- quiere desarrollar en estos terrenos un proyecto agrícola con un horizonte de cinco años, para lo cual ahora se encuentra en la fase de actualizar instalaciones e infraestructuras, ya que detectó caminos de servidumbre en estado de deterioro, una casi abandonada casa bomba que es considerada como “el corazón” de la finca al bombearse desde la misma el agua que necesitan los cultivos; roedores y malas yerbas que había que eliminar, así como una serie de naves que también había que transformar para un mejor rendimiento. En este sentido, el empresario sabe que tenía dejar listas para revista las instalaciones agrícolas, pues debe dar una buena imagen a aquellos que las visiten.
La finca ya está en el camino de producción, habiendo sembrado los primeros cultivos en la parte alta. La idea es producir inicialmente pedidos preestablecidos de cara al exterior, sobre todo para los países europeos donde los precios se elevan respecto a España, con lo cual el margen de beneficio para la empresa es, si cabe, mayor. Ello implica que la empresa haya tenido muy en cuenta el sistema de refrigeración del producto al objeto de situarlo en el mercado en las condiciones más óptimas.
Otro objetivo que se marca la empresa desde Arcos es llegar al mejor distribuidor, para lo cual cuenta con el BRC, una certificación de máxima calidad en el sector de la distribución de productos a la que no todas las empresas pueden acceder. Detrás ha habido mucho esfuerzo y un cierto riesgo por innovar.
Lorenzo Carrasco confía para su proyecto en la persona que dirigió la finca hasta hace unos años, Miguel Ángel, aprovechando en este sentido su experiencia. Pero sobre todo confía en las bondades del clima de la zona y de una finca cuya principal virtud es la calidad de su agua. Asimismo, se hizo con los servicios de un técnico cuyo trabajo sumar al del capataz, así como con un equipo cuya contratación ha sido meticulosa. Hoy asegura que ese equipo humano “está totalmente entregado al proyecto”.
Los primeros cultivos que verán la luz paulatinamente en la finca serán el brócolis, el puerro, coliflor, remolacha... Para primavera han previsto la siembra de hinojo que tanto demanda el mercado, aunque este tendría un carácter experimental hasta comprobar la idoneidad de la tierra. Tampoco descartan sembrar en torno a 20 hectáreas de espárragos, siendo esta una inversión que no se podría rentabilizar hasta tres años como mínimo.
Entre sus proyectos también figura destinar unos 1.400 metros cuadrados de superficie a un pequeño invernadero donde manipular y limpiar el producto inicialmente antes de pasar a la cámara de frío; una infraestructura aún por instalar y que ayudará bastante a que el producto salga de Arcos, si cabe, con mayor calidad.
Aunque actualmente este mercado está cerrado, la empresa quiere llevar sus productos a Rusia, y ahora a Asia, por lo que el estado de conservación y la cadena de frío son fundamentales. En definitiva, se trata de alargar la vida del producto, lo cual marcaría la diferencia respecto a otras producciones tradicionales. Dentro de este ambicioso proyecto, la intención de Lorenzo Carrasco es sembrar las 250 hectáreas de la finca este año, no de forma definitiva, sino con algunos productos que ayuden a la necesaria oxigenación del suelo. Sólo de hortícolas, la superficie sembrada podría alcanzar las 120 hectáreas.
Su reciente participación en la feria de la fruta celebrada en Madrid ha provocado que La Pequeña Holanda comience a ser conocida por otros productores y distribuidores, según el empresario, que así pretende llegar a las grandes cadenas y supermercados. De hecho, el conocido gigante Mercadona ya adquiere productos en la zona.
Dentro de la cautela que parece presidir el perfil humano de este empresario, asegura que no quiere producir “como quien juega la lotería”.
Respecto a los mercados a los que se abre la empresa, La Pequeña Holanda también se ha servido de la experiencia de la anterior cooperativa, que ya exportaba con mayor o menor volumen productos a Holanda y otros países. No obstante, Lorenzo Carrasco se toma el europeo como un mercado local, depositando sus miras en este sentido en el mercado mundial.
De hecho, el empresario anunciaba hace unos días que partía hacia Dubay parte de su equipo para dar a conocer allí esta tierra tan rica y tan fértil de Arcos.
El empleo
En cuanto a la generación de empleo, la empresa tiene actualmente contratadas en Arcos alrededor de 30 personas desde que adquirió la finca. Sin embargo, y si los pronósticos se cumplen en primer lugar con la siembra de 120 hectáreas, podrían contratarse alrededor de 100, aunque la idea es contratar a 200 cuando la finca esté a pleno rendimiento. En este sentido, ahora mismo la finca se encontraría en el pico más bajo de su producción y por tanto de personal. Así, la calidad también de la mano de obra será determinante, teniendo en cuenta que la idea de la empresa es “hacer un traje a medida” para cada cliente. Esto quiere decir que el mercado demanda cada vez más un producto concreto, de un gramaje y tamaño exclusivos con los que a su vez satisfacer al último cliente, que es el consumidor. Un ejemplo puede ser la sandía adaptada al consumo familiar, de unos dos kilos y medio de peso y sin pepitas.
La inversión
Lorenzo Carrasco prefiere no hablar de una inversión concreta con la adquisición de la finca, ya que considera que el gasto está aún abierto a tenor del estado de las infraestructuras que hay que poner al día -todavía hay que nivelar la finca y mejorar, si cabe, su drenaje- aunque, no obstante, estamos a buen seguro ante una millonaria inversión que podría situarse entre las principales ejecutadas durante los últimos años en la comarca.
En suma, apostar por la tierra que no vio nacer, buscar las divinidades del clima, la eterna aspiración del hombre de sacar partido a la tierra, poner en marcha un negocio que añadir a una de las mayores empresas de exportación hortofrutícola de España, confiar en las expectativas del mercado y generar, de paso, puestos de trabajo. Quizás estas sean las claves del proyecto que promueve el empresario.
Su vida
La infancia de este empresario transcurrió en el seno de una familia humilde que vivía bajo el bello peñón del Algarín, el distintivo paisajístico de El Gastor, el escondido pueblo de nuestra sierra famoso por sus gaitas, su Corpus, sus caldos y sobre todo por su buena gente. Allí, siendo un niño, cargaba desde el monte espuertas de carbón más grandes que él, ante la dificultad de la familia para adquirir este bien escaso. La impotencia le haría llorar en más de una cuesta... “Un hombre se hace de los tres a los doce años, por eso he enseñado a mis hijos a hacer las cosas, pero siempre con humildad” -dice con orgullo-, por eso Lorenzo Carrasco se siente persona que difícilmente se “arruga” ante la adversidad.
Buscando una mejor vida, los suyos marcharon a Cádiz, donde estudió en el colegio lasaliano de La Viña, para, con tan solo 14 años, comenzar a trabajar en Construcciones Aeronáuticas. Tuvo la suerte de encontrar jefes que lo “mimaron” e invitaron a estudiar; primero la oficialía de la época con su reválida y maestría incluidas, y después a ingresar en la Universidad.
En Cádiz permaneció hasta los 23 años, para presentarse en Madrid a unas oposiciones al Ministerio Nacional del Trigo que no aprobaría. Lo silos españoles necesitaban 98 personas y a los exámenes acudieron 5.000... Mientras, compaginaba como podía la universidad y su trabajo en la fábrica, donde estaba bien considerado.
Casualmente viajó hasta Barcelona para ver a su novia. Decidió quedarse y labrarse entre catalanes un futuro. Era 1967 y lo primero era encontrar un trabajo en plena crisis -ha habido otras-, lo cual era difícil a pesar de que estaba muy bien formado profesionalmente. Fue a pedir un puesto de trabajo al antiguo mercado municipal del Borne, donde acabó trabajando como administrativo. A los cinco años montó su propio puesto. También trabajó una época en Iberia mientras lo simultaneaba con otros empleos. Apenas dormía tres horas al día. Acabó con once puestos en el mercado y dos importantes almacenes, de 5.000 y 2.000 metros, así como con otros puestos en la Ciudad Condal.
Lorenzo Carrasco también se podría considerar como un precursor de la exportación de los productos de la entonces incipiente industria hortofrutícola de Almería, cuyo renacer como centro productor vivió en primera persona; aquellos tiempos en los que, por falta de medios y conocimientos, un agricultor montaba un invernadero de apenas mil metros. El empresario entró en ese círculo del que tanta experiencia tomó.
Con los años, se hizo reconocer por todo el sector como un referente en la actividad de exportación de fruta, recibiendo la admiración de la producción nacional.
No le daba pereza alguna hacerse más de 800 kilómetros desde Barcelona por aquellas carretera de Dios... Pero él tenía claro que la superación y el trabajo eran su vida, hasta el punto de caer enfermo en alguna ocasión debido al agotamiento.
Con todo ello, Lorenzo Carrasco está convencido de que gran parte de su éxito como empresario es debido al equipo humano con el que ha contado, al que ha procurado mimar en el sentido económico y en otros aspectos. Su metodología no ha sido “hacer las cosas por hacerlas, sino hacerlas y acabarlas decentemente”.
El Ayuntamiento anima al empresario en su proyecto
Desde el Ayuntamiento de Arcos todo son parabienes para el proyecto de Lorenzo Carrasco. Su alcalde, José Luis Núñez, felicita la iniciativa a la espera de que se cumplan las expectativas de producción y creación de trabajo. Así lo expresó durante su visita a las instalaciones, donde el empresario dirigió un recorrido por la finca para explicar detalladamente su proyecto. El alcalde no tuvo más que palabras de agradecimiento para el propietario de la finca por “esta apuesta tan fuerte que ha hecho por Arcos, adquiriendo una de las mejores fincas de la provincia ubicada en nuestro municipio”. José Luis Núñez destacó que “sin ningún tipo de dudas, la agricultura tiene que ser uno de los pilares de generación de riqueza en Arcos, por ello confío en el éxito absoluto de este proyecto que demuestra que se vuelve a creer en el campo”.
La visita contó también con la participación de la delegada municipal de Impulso Económico y Desarrollo Local, María Elena Miras, y el también delegado municipal y senador Sebastián Ruiz, quienes igualmente se mostraron sorprendidos por la envergadura del proyecto agrícola.