El real de la Feria ha comenzado este año también a atisbar nuevos brotes verdes en un albero que ha estado regado y cuidado con esmero. Aunque la gente sigue llegando tarde al Hontoria, no es menos cierto que se ha visto, exceptuando la jornada del lunes, más movimiento al filo de las dos de la tarde, más gente queriendo consumir cervezas y rebujito, medias botellas y el miércoles, agua, mucha agua. Quizá, no tengo los datos, claro, ha podido ser el año donde las minerales han hecho su agosto en plena Feria del Caballo. Y es que las temperaturas subieron de forma desmesurada y había que beber so pena de deshidratación.
La Feria comienza a notar que los bolsillos están menos escuálidos, a pesar de esas cinco casetas que se han quedado cerradas. Es algo que hay que preveer con más tiempo. Y es que por poner un debe, no me gustó entrar y encontrarme con una caseta cerrada -la del Rincón del Costalero- y anunciando que estaba en otra parte del real. Igualmente habrá que darle orientación a la antigua llamada zona de las casetas juveniles que, afortunadamente, comienzan a desaparecer. Aquella zona, antes de llegar a los cacharritos, se encuentra excesivamente sola. Se queda la del Soberano Poder liderando la esquina y después dos casetas de macetas de vino a 2,50 y de combinados a 3 euros. Claro que eso nos ha evitado ver la presencia policial, coches incluidos, en dicha zona, aunque ello no implique que se encuentre vacía y que el delegado de Eventos Especiales tenga que comenzar a mover los hilos más pronto que tarde para darle contenido, pero contenido de casetas de siempre, a esa zona última del real.
Del botellón de La Rosaleda nada que decir. Quizá la cultura ferial no ha llegado a esos chavales que se aposentan allí horas y horas y que después llegarán a casa diciendo que han estado en la Feria, sin siquiera haber pisado el real. Cosas de la juventud, cosas de las modas, aunque de juventud han estado llenas las casetas, lo que es una noticia trascendente porque esa juventud es el futuro de nuestras tradiciones y eso implica que nuestras tradiciones se encuentran en buenas manos.
En buenas manos están las hermandades que siguen dando el callo en la Feria. Algunos con accidentes, de menor gravedad, incluido como la de un hermano del Huerto al que vi con un par de muletas en pleno paseo.”¿Qué te ha pasado Manuel? Gajes del oficio. Me caí mientras montaba la caseta”. Pero allí estaba al pie del cañón, en su caseta, bebiendo y comiendo aunque este año bailar no ha podido bailar, aunque sí cantar. !Ay, cuánto le debe Jerez a las Hermandades!