Unicef felicita al Gobierno de Bangladesh por la disminución del trabajo infantil, aunque muestra su preocupación por el aumento del empleo forzoso de menores en la economía sumergida del país asiático en el servicio doméstico o en empresas proveedoras del sector textil.
En una entrevista con Efe, la jefa de las Oficinas de Unicef en Bangladesh, la española Sara Bordas, precisa que, en una nación de 160 millones de habitantes, con 64 millones de niños, hay 5 millones que trabajan y, de ellos, 2 millones se ocupan en los empleos más duros, según los últimos datos disponibles de 2009.
Bordas considera que "hay que felicitar al Gobierno de Bangladesh" porque las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con magnitudes de 2013 -que se publicarán próximamente- reflejan una reducción del trabajo infantil, aunque ponen de manifiesto un incremento del empleo forzoso de menores.
Este fenómeno está vinculado a la pobreza, a las migraciones de las zonas rurales a las urbanas y al cambio climático, que está provocando alteraciones en el patrón de lluvias.
"La pobreza es una de las principales razones por las que los padres envían a los niños a trabajar, no solo porque llevan dinero a casa, sino porque evitan tener que pagar lo que corresponde para que vayan al colegio", asegura Bordas.
Explica que los menores "no aportan mucho dinero a sus casas, porque están explotados y cobran una miseria, pero trabajan por una cuestión de supervivencia familiar" especialmente en los barrios pobres de las grandes ciudades.
Reconoce el esfuerzo del Gobierno para impulsar mecanismos de control con el objetivo de evitar el trabajo infantil en el marco de legalidad, pero subraya que hay una parte que continúa en la economía informal en el servicio doméstico o en las empresas suministradoras de las fábricas del sector textil.
Argumenta que hay un aspecto cultural en este asunto y agrega que "la culpa no solo es de las familias pobres, sino de la burguesía bangladesí que, a pesar de contar con educación y capacidad económica, contrata a menores de edad".
Por ello, destaca que "hay mucho trabajo por hacer" para cambiar las normas sociales y culturales con el objetivo de evitar la violación de los derechos de los niños.
En Bangladesh, como ocurre en muchos países pobres o en crisis, apunta Bordas, "el niño no es prioritario" y "cuando hay que dar comida, es el último", por lo que, en este contexto, "desgraciadamente no son sorprendentes" los casos de menores a los que les dan una paliza hasta la muerte como los ocurridos el pasado verano.
Otros de los principales problemas de la infancia en este país son los altos porcentajes de matrimonio infantil y de mortalidad en el primer mes de vida de los recién nacidos, así como la baja calidad de la enseñanza.
Unicef desarrolla en el país asiático diversos programas en educación, salud, nutrición, agua y saneamiento y protección de la infancia.
Entre otras iniciativas, ha impulsado un programa denominado "segunda oportunidad", que ha puesto en marcha el Ministerio de Educación, para captar a aquellos niños que nunca fueron a la escuela.
Asimismo, interviene en salud y nutrición para asegurar la correcta vacunación de los niños, el control de las mujeres embarazadas y la atención de los menores con problemas nutricionales.
Bordas asevera que Bangladesh es "un caso ejemplar" en saneamiento, con bajos niveles de defecación al aire libre, aunque reconoce que hay dificultades de acceso al agua potable y "la falta de higiene es un problema generalizado".
En el ámbito de la protección de los menores, la organización colabora con los poderes ejecutivo, legislativo y judicial para garantizar un trato correcto a los menores.
Entre los retos de futuro, la representante de Unicef reclama una inversión prioritaria en los adolescentes entre 10 y 17 años para elevar sus niveles de escolarización, además de reducir el matrimonio y el trabajo en este segmento de la población.