“Mujer, vives bajo el yugo de la perfección y eso te está matando”. Algo así tuvo que ser lo que un día resonó en la cabeza de la periodista Paula Romero González (Jerez, 1991) para empezar a indagar en un estereotipo,el de la mujer perfecta, que puede con todo, que no flaquea nunca y que, como ella misma afirma, “es una pose social que hace mucho daño”.
Una inquietud que devino en cultivación personal (quien tiene el privilegio de pararse a conversar con ella repara en que su vida es una lucha constante por la coherencia entre la mente y la acción) e intelectual, porque pronto empezó a formarse en temas de feminismo y en “lo transversal que son los estudios de género”. Se dio cuenta de que “siempre que tocaba estudios de género todo acababa reducido a violencia de género, pero ¿qué hay de esas violencias sistémicas, sutiles, que someten a las mujeres?”.
Afinó bien el tiro, porque detrás de esa pregunta había mucha miga. Se le ocurrió “en un momento de crisis existencial”, que tenía que hacer algo ya no solo para ella, sino para la sociedad: “el poder pedagógico de este trabajo es brutal, estamos pensando hacer talleres de formación con madres e hijas”. Empezó indagando en el estereotipo de la superwoman, de “esa mujer que es perfecta profesional, perfecta madre, perfecta esposa, perfecta amante, perfecta ama de casa y aún así le queda tiempo para estar preciosa”. Presiones por alcanzar un cénit de perfección que “se traduce en responsabilidad y estrés y que conduce a la infelicidad”.
De todo eso nació su segundo gran trabajo audiovisual y documental: Nunca fuimos superwoman, el relato de cinco mujeres jerezanas de entre 40 y 60 años con vidas paralelas en una misma ciudad, Jerez. Todas ellas (Carmen, Adela, Inma, Vanessa y Carmen) son mujeres “de clase obrera”, según las define la directora de este proyecto, que han nacido en el franquismo, han recibido una educación marcada por el tiempo histórico que les tocó vivir, experimentaron la transición, la democracia y han vivido al menos una experiencia traumática en sus vidas que, en un momento dado, les hizo tomar conciencia de ese yugo de perfección y de esas otras violencias sistémicas que enmarañan la felicidad de las mujeres “de la generación de nuestras madres”, explica Romero.
Nunca fuimos superwoman es a la vez una aproximación a la memoria histórica por medio de la configuración de la identidad de estas mujeres, testigos de una época, y que “hicieron su parte en la historia para que tú y yo podamos estar aquí hoy, con nuestras carreras, con nuestras conciencias... Ahora nos toca a nosotras ir un paso más allá”. Esa generación fue la de la “conquista del espacio público”, de la ruptura de la convención de que el espacio privado y doméstico es para las mujeres y el público para los hombres.
Por medio de entrevistas semidirigidas, divididas en cuatro bloques (infancia, adolescencia y primeras relaciones sentimentales, madurez y desarrollo personal y profesional y posicionamiento ideológico en su contexto social), estas cinco mujeres asisten a un proceso de liberación y de asunción de que sus trayectorias vitales, con las cicatrices emocionales y físicas propias del paso por la vida, son bellas en si mismas porque son las que configuran una identidad femenina real.
“El hecho de que estas mujeres se desnuden en el documental es una metáfora, es la materialización de que se quitan las máscaras”, explica la autora de Nunca fuimos superwoman. Los cuerpos de estas mujeres son poco frecuentes en prensa, en la publicidad y “en la industria en general, porque escapan de estereotipo del cuerpo perfecto”. Y ahí radica su belleza y su valor artístico.
Con esa idea de fondo, Paula Romero anticipa que trabaja en una exposición fotográfica con el cuerpo imperfecto de la mujer como eje vertebrador.
Desde que presentó su documental en la Sala Paul de Jerez, a principios del pasado mes de junio, no ha hecho más que recabar el interés de particulares e instituciones que, como el Ayuntamiento de Jerez, negocian con la periodista el darle respaldo institucional para explotar todo su potencial pedagógico.
Las vías que quedan abiertas para este proyecto experiemental son muchas: “estoy planteándome presentar el documental a algún concurso”, y reconoce que “al principio jamás imaginé que esto iba a dar para tanto”.