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Sevilla

La Sala Atín Aya alberga hasta octubre 'Ocaña, la pintura travestida'

Una muestra antológica que recupera la obra desarrollada en los últimos años de vida del malogrado artista de Cantillana José Pérez Ocaña (1947-1983)

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  • La obra 'Premonición' -

La Sala Atín Aya acogerá entre este miércoles y el 1 de octubre la exposición `Ocaña, la pintura travestida', una muestra antológica organizada por el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla-ICAS y comisariada por Joaquín Recio y José Naranjo Ferrari, que recupera la obra desarrollada en los últimos años de vida del malogrado artista de Cantillana José Pérez Ocaña (1947-1983).

Esta última época de Ocaña, entre 1975 y 1983, está considerada por la crítica en general y por gran parte de su público como lo mejor de su pintura. El dramático suceso que acabó con la vida del pintor en 1983 truncó un momento lleno de vitalidad artística. Esta etapa fue muy prolífica y sus temas populares o religiosos tomaban vida en soportes innovadores como papel de embalar o cartones. Ocaña nunca dejó de crear con imaginación y fantasía. Así en 2017, cuando se conmemora el 70 aniversario del nacimiento del pintor, llega a Sevilla, una ciudad vital para el artista, una exposición largamente demandada en la que se podrá disfrutar de la luz y el color de un artista que hoy se reconoce como un revolucionario de nuestra contemporaneidad.

En "Ocaña, la pintura travestida", los comisarios han seleccionado de la amplia y prolífica obra del artista cantillanero lo mejor de sus distintas épocas pictóricas, ofreciendo por primera vez en Sevilla todos los acrílicos de su obra final, justamente antes de su fatal muerte. En la muestra, el espectador podrá descubrir los matices de su pintura, además de conocer la personalidad del pintor a través de objetos personales y elementos que describen al personaje que interpretó como mito contracultural: bombín, gafas y apuntes.


OBRAS EXPUESTAS

Entre las obras expuestas destaca 'Mi Velatorio' o 'Premonición' (1982), una obra de gran formato nunca vista en la ciudad de Sevilla, recientemente restaurada por la Diputación de Córdoba, en la que Ocaña se ve en su velatorio junto a amigos como Alejandro, Nazario o Fernando Roldán.

El artista sevillano, explica Joaquín Recio Martínez, "exploró diferentes expresiones artísticas, incluyendo las obras performáticas: no se puede entender a Ocaña sin ese volcán creativo que le hacía considerar las exposiciones como lugares habitables. Era un artista pleno y su vida estaba rodeada de su intuitiva mirada de artista".

"En realidad Ocaña era profundamente antiburgués, muchos le han nombrado símbolo de la contracultura de la Transición, pero lo que Ocaña representaba y vivía con orgullo era el lumpen. Esa palabra fue muy popular entonces. El lumpen es un personaje que militaba en los movimientos de izquierdas sin mostrar un compromiso certero, firme con el ideal revolucionario. No sirve a ninguna causa, ni tiene un objetivo claro en la vida, sino que se deja enredar, a regañadientes, en las aventuras que le salen al paso. Ocaña no acabó de sentirse cómodo en la izquierda más ortodoxa, le gustaba más el anarquismo" ha dicho Shangay Lily sobre el artista.

RESEÑA BIOGRÁFICA

La infancia de Ocaña transcurre en plena posguerra en un ambiente hostil y duro en el medio rural. Era un niño diferente a los demás, tímido y muy callado, con una especial sensibilidad. A pesar de ser muy inteligente y avispado, su afición al dibujo y a evadirse de la realidad lo llevaron a ser un mal estudiante en un sistema educativo basado en el nacionalcatolicismo.

Ocaña se refugia en el dibujo y la pintura, que siempre fue su mayor afición, compartida con el teatro o la representación dramática de personajes populares diversos. Por las noches, después del trabajo, comienza a pintar y a realizar sus primeros cuadros al óleo sobre lienzos que compraba con sus ahorros.

Tras varios años buscando un lugar donde poder desarrollar un futuro, encuentra en Barcelona ese entorno donde soñar y realizarse como artista. Allí como creador encuentra el espacio relacional y político para denunciar la falta de libertad e igualdad para el colectivo LGTB. Allí experimenta tanto con sus performances como con su pintura, montajes o esculturas: un volcán de actividad.

El personaje, después de su muerte el 18 de septiembre de 1983 en su pueblo natal, a causa de las quemaduras sufridas cuando su disfraz de sol salió ardiendo, se ha convertido en mito por quienes lo conocieron o lucharon junto a él por las libertades de manera festiva y atrevida.

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