Es uno de los pianistas más reconocidos en España y a nivel internacional y hace seis días que se reencontró con Jaén, una capital que está celebrando su 61º Concurso Internacional de Piano ‘Premio Jaén’, una cita que conoce como pianista, pues en tres de sus ediciones fue concursante y lo ganó en 1977, y porque ha sido miembro de su respetado jurado.
Josep Colom (Barcelona, 1947) ha inaugurado esta edición como concertista, con su piano, al que siempre ha considerado un “compañero de vida” y con un programa musical que entusiasmó al público. Cuarenta y dos años después, se reencontró con Jaén. “Esta tierra siempre me ha tratado bien. La gente es muy amable y acogedora”, valora.
En cuanto al Concurso, explica que “suma a la provincia, a su ambiente musical y crea melómanos; y también a la capital, una ciudad pequeña que mima cada edición y que cuida a los concursantes”. En este sentido dice: “Es un Concurso entrañable y los concursantes aprecian la atención que se les presta. No es mejor concurso el que más pianistas tiene”. El barcelonés no fue un niño prodigio. Su primer concierto lo ofreció a los 19 años, pero en su infancia, el piano lo encontró a él. “El piano me descubrió. Mi hermana, nueve años mayor que yo, sigue en activo como pianista profesional y cuando nací, ella ya tocaba. Crecí oyendo el gran repertorio. Tocar el piano era tan normal en mi casa como aprender a leer y escribir”, recuerda.
Ganar el Concurso de Jaén y un año más tarde el también internacional de Santander, le dio reconocimiento en España. “Participar en los concursos es bueno siempre que el pianista lo haga con una mentalidad sana. Si la finalidad es ganar cuanto antes porque hay que hacer carrera y conciertos, puede ser insano. Lo mejor de los concursos es el encuentro con otros músicos, el contacto con generaciones instaladas en la profesión y con criterio. No hay que vivir como un fracaso no ganar”, explica.
Él ganó la tercera vez que se presentó al ‘Premio Jaén’. “Ganar un concurso repercute en tu carrera de una forma imprevisible. Puedes ganar y dar conciertos, pero si no conectas con el público todo se queda ahí”, dice un maestro que lamenta que “muy pocos pianistas podrán vivir de los conciertos, aun siendo muy buenos, ante tanta demanda y tan poca oferta”.
Para Josep Colom el encuentro con el público es hoy muy diferente al de sus inicios, pero siempre transmite el entusiasmo de sus orígenes. “A un pianista no se le puede enseñar el entusiasmo. Que tu modo de expresión sea la música no se elige, sino que sucede. El entusiasmo ni se aprende, ni se programa. Si tienes disposición y posibilidad de profesionalizarte como pianista, la destreza manual, la capacidad intelectual y la comprensión musical se aprende. Lo que no se aprende es la llamada”, defiende.
Si en sus inicios abordó la música de una manera racional y estructurada, ahora su reservado e introvertido temperamento ha hecho del recital y la música de cámara su “mundo”, sin renunciar al repertorio de orquesta. Premio Nacional de Música, toca regularmente con casi todas las orquestas españolas y también en Francia, donde vivió y donde ha grabado la mayor parte de su discografía. “Me gustan las grabaciones en vivo. Son más reales, pero también más imperfectas”, reconoce un pianista para quien el éxito no es más que “disfrutar de la música y que las personas que te han escuchado se sientan diferentes”.
Ante el público, le gusta compartir la elección del programa y el enfoque interpretativo. “La comunicación es intelectual, emocional y emotiva”, dice. A sus 72 años, sus manos y su mente están en plena forma y asegura que ha perdido el miedo escénico. “Cuando uno es niño no tiene miedo porque estás descubriendo la música. Perder el miedo es volver a los orígenes. Yo sigo descubriendo la música, que para mi es un milagro cotidiano”, dice. Y lo hace enseñando. “El contacto con músicos más jóvenes me permite renovar mi entusiasmo por el redescubrimiento del gran repertorio. La música es compartir”, dice como profesor del Conservatorio Superior del Liceu.
El próximo 7 de mayo toca en el Auditorio Nacional, en el Recital Ciclo Scherzo, con obras de Bach, Mozart, Beethoven y Chopin. “Más que un trabajo, la música es para mi, investigación, elaboración, juego y meditación”, termina.