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Jerez

Los cacharritos animan el ‘marlunes’ de resaca

La Feria de Jerez vive una jornada de relativa calma a medio camino entre el éxtasis del inicio y el apogeo que está por llegar

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El paseo de caballos este martes de feria

Día de los cacharritos

Dios hizo al mundo en seis días, y al séptimo descansó”, cantaba Romero San Juan. Pero luego, después del descanso, llegó el octavo día de la semana, el día de la resaca: el marlunes de Feria. Porque el martes se ha quedado definitivamente comprimido entre la explosión del largo fin de semana pasado y todo lo que está aún por llegar, empezando por el mismo día de hoy, miércoles de mujeres y volantes. El martes es ya como la última rebaná del pan bimbo, que sólo te la comes cuando tienes tela de hambre o no encuentras otra cosa mejor.

Hay gente que tiene antojo de Feria y se lo lleva todo por delante, incluido el marlunes de resaca. Gente que parece estar buscando junto a las portadas del parque una máquina donde fichar a ver si alguien le paga las horas extra sobre el albero. Gente a la que le da igual que haga más o menos viento, que se levante el albero o que revienten los termómetros. Esa gente en cuyo epitafio habrá que escribir aquello de “hasta que el cuerpo aguante”, si es que algún día deja de hacerlo. Estaba el día, cierto es, para ese tipo de gente.

También para los políticos en campaña, que confunden laborables con festivos y resacas, en una espiral de saludos y abrazos que no parece tener fin. Y ayer le tocó el turno al ministro de Interior en funciones, Fernando Grande-Marlaska, que en los últimos meses ha dado más vueltas por la provincia de Cádiz que el levante y el poniente juntos.

Hay gente que va a la Feria todos los días y gente que no, como los hay también pesimistas sin remedio y optimistas antropológicos. Los primeros son aquellos que antes de saludarte ya te están diciendo que este año “hay menos gente” en la Feria que el pasado, olvidando que ya el año pasado dijeron lo mismo, y el otro, y el otro... Y así hasta el principio de los tiempos. Para ellos, en la Feria siempre “hay menos gente”. Pero no se quedan ahí, sino que antes de que aparezca otro político dispuesto a darte un abrazo suspiran para sus adentros mientras hacen ademán de contar hasta diez antes de colocar su rejón de muerte. “Esto ya no es lo que era...”. Y ahí es cuando inician un bucle melancólico que no lo supera ya la mejor película de Garci.

Menos mal que frente al rollo que te largan aquellos que no salen del Begin the beguine siempre termina apareciendo alguien que parece recién salido de un rincón perdido del González Hontoria. Hablar en la Feria es como echar una moneda al aire. Cuando sale cruz te tienes que tragar hasta el final una suerte de capítulo de Ochéntame que deriva en disimulado lacrimeo.

Pero cuando sale cara... Cuando sale cara parece mismamente que debiera uno besar el albero por donde pisa. Si el optimismo derivase en enfermedad, las ambulancias no darían abasto estos días para trasladar a tanta gente a sus centros sanitarios de referencia. Eso de “la mejor Feria del mundo” se lo he debido escuchar ya a algunos bebés que balbucean sus primeras palabras y que ya no se estrenan con los manidos “papá” o “mamá”.

La virtud no está estos días en el término medio. La virtud parece estar del lado de los extremos. Si quiere que le asienten con la cabeza y pretende encima escuchar ese reconfortante “ahí, ahí, ahí” que sienta casi tan bien como pasar la ITV a la primera, abra el juego a bandas, tire por los extremos. Póngase del lado de los unos o los otros. No se complique la vida.    O si quiere, tenga ratos. Diga a veces una cosa y a veces la contraria. Pase de la melancolía a la euforia.

Claro que para euforia la que se vivió ayer más allá de las vías del tren, donde los cacharritos. Conforme avanzó la tarde aquello se convirtió en una auténtica locura de niños, niñas, padres, madres, tíos, tías, abuelos, abuelas... Sobre el alquitrán no es marlunes de resaca. Dicen los expertos en psicología que si hay una palabra que provoca un efecto hipnótico en la mente, esa es la palabra “gratis”. Es tal la reacción emocional que nos guiamos por ella sin medir ningún tipo de consecuencia. Y más o menos algo parecido ocurre cuando se anuncia que el martes es el día de los cacharritos. Aunque sea marlunes, aunque haga calor, aunque haga levante, pase lo que pase. La reacción emocional es tan fuerte... Es tanta la persuasión mental que tiene la posibilidad de pagar dos euros por aquello que mañana volverá a costar tres...

El día de los cacharritos lleva a la Feria a mucha gente que se hubiera saltado el martes y que al final termina cayendo en las redes del albero. Porque claro, ahorrados unos euros sobre el alquitrán..., qué motivo hay para no gastarlos en cualquier caseta, si total ya estamos aquí cargados de globos, han encendido el alumbrado y el móvil tiene batería y megas suficientes para hacer fotos con el millón y pico de bombillas de fondo y compartirlas de inmediato en las redes. Que parece que lo importante de la Feria no estar allí, sino que la gente se entere de que estás. Que sepa cuándo entras y cuándo sales. Qué comes y qué bebes...

El alumbrado se ha encendido ya cuatro veces. Eso quiero decir que le quedan otras cuatro y que la de hoy es la primera de esas cuatro. Pasado el marlunes llegamos al miércoles. La Feria entra en su apogeo, así que ya no caben excusas. “Dios hizo el mundo en seis días, y al séptimo descansó”. Pues ojo, que todavía hay que hacer méritos para descansar. 

El viernes, día del jinete y el ganadero en el Real

Este viernes se celebrará el día del jinete y el gandero, atendiéndose así una petición trasladada por el sector. Reconocidos jinetes, rejoneadores, garrochistas y otros profesionales del sector participarán en el paseo junto al escuadrón de la Guardia Civil.

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