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El Puerto

Continúan apareciendo más huesos en el Tiro Pichón

Siguen encontrándose restos del cadáver del joven fallecido. La familia reclama esclarecer lo ocurrido mientras recogen ellos mismos sus restos

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Mateo Macías recogiendo más huesos de su cuñado.

Huesos encontrados en el tiro pichón.

Mateo Macías recoge pelos.

Altar en el tiro pichón.

Huesos encontrados en el tiro pichón.

huesos encontrados en el tiro pichón.

La Policía Nacional en la casa del tiro pichón.

Casa del tiro pichón.

Casa del tiro pichón.

  • La familia aguarda conocer más detalles y saber lo que ocurrió tras la desaparición y aparición del cadáver

Hay historias que por muy crueles y muy dolorosas son reales como la vida misma. Al dolor de la desaparición y la posterior aparición del cadáver, la familia de J.L.P.A. -el joven de 30 años que apareció en el Tiro Pichón el pasado 20 de septiembre- sigue buscando respuestas ante un caso dantesco. “De película”, como ellos mismos aseguran ante la secuencia de los hechos.

Acompañamos a la familia hasta el lugar donde se encontraron los restos. Un lugar escondido y con una frondosa maleza entre pinares. Después de varios minutos andando llegamos al lugar, un altar improvisado con flores y una foto de un cartel de los cientos que inundaron El Puerto en verano en su llamamiento tras su desaparición. Impone su puesta en escena.

A las explicaciones y lamentos tras el suceso, se hace el silencio nada más llegar al lugar. Un olor nauseabundo emociona aún más lo que debió ocurrir ahí. Las pesquisas continúan, como el estudio del ADN que confirme la plena identidad del cuerpo. Ellos -la familia- no tienen duda, es él. No hay certificación oficial ni autopsia, los restos están en Madrid a la espera de los informes definitivos que confirmen su identidad y los motivos de su muerte. ¿Natural? ¿Violenta? ¿Infringida?

En la recreación de lo que pudo haber pasado, Mateo Macías, cuñado del finado, rastrea en la búsqueda de respuestas mientras habla. Para sorpresa, de entre la arena del pinar, siguen saliendo huesos y pelos mientras rastrea. El silencio se rompe. Los introduce con cuidado en una bolsa de plástico. “Esto no se lo cree nadie, que sea la propia familia la que tenga que recoger los huesos y pasar por esto”. Y pasándolo llevan ya varios meses.

Aseguran y lamentan que no recogieron totalmente los que encontraron el día de la aparición, como que también la muerte fue infringida por alguien. Junto a los restos encontrados en septiembre, esparcidos por la zona, aparecieron cajas de pastillas de medicamentos, los que asegura su madre que no había sacado de la farmacia tras su comprobación y que hacía meses que no se medicaba. Padecía de nervios.

“Después de once años en prisión, si se hubiese querido matar lo hubiese hecho allí. No a los cuatro meses de salir”. Su desaparición fue denunciada en julio. Al poco de salir de la cárcel se marchó a una casa familiar que está en el Tiro Pichón, en frente del lugar donde apareció sin vida. La familia nos invita a visitarla.

Aseguran no haber acudido anteriormente por no querer interferir en la investigación policial, como que también reconocen que él residía en la casa junto a su pareja, en la que ambos tenían una orden de alejamiento interpuesta. Las miradas van ese sentido y su tormentosa y tóxica relación. Su pareja, antes de su desaparición, alertó que él no se encontraba bien. La misma que afirmaba haberlo visto en diferentes zonas de El Puerto sin que nadie más lo hubiese visto salvo ella.

El desorden y la imagen pésima que presenta es evidente. De entre las respuestas que demandan, buscan explicaciones. Las que deseaban oír tras no cuadrar lo encontrado en el interior de la casa. La llamada a la Policía Nacional y después de 30 minutos de una interminable espera, dos dispositivos -uniformados y secreta- la inspeccionan e invitan a trasladar a Comisaría tanto los huesos encontrados como los audios que desde la familia desean que se investiguen. No sin antes ir al lugar donde se encontraron los huesos.

Tras la inspección, la familia se traslada, como le indican, para su entrega y hacer una declaración voluntaria para aportar más información. Su gozo en un pozo.

Las explicaciones de poco valen. Le espetan que ni recogen las pruebas como tampoco habrá declaración. Tras una larga conversación, finalmente la Policía accede a recoger los huesos recogidos. En la argumentación, la Policía, a falta del informe final, sigue valorando que fue un suicidio y que las aves de la zona hicieron el resto en pleno verano.

A final de mes tendrán por fin un abogado de oficio que se haga cargo de esclarecer unos hechos al que le faltan piezas claves para aclarar lo sucedido. Hay historias malditas, ésta lo es de principio a fin.

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