Una de las asignaturas pendientes de la democracia española es un sistema de enseñanza estable y eficaz, fruto del consenso político y acordado previamente a su aprobación con el sector formativo. Tan fácil de explicar y tan difícil de aplicar.
Hemos conocido el borrador del real decreto, impulsado por la ministra Celaá, que regula la evaluación y las condiciones de promoción de la Educación Primaria, Secundaria Obligatoria y Bachillerato. La intención, a partir de ahora, es que la repetición de curso sea la última opción, ya que la decisión sobre la promoción y titulación será tomada, de forma colegiada, por los docentes. Otro cambio de esencia en el perfume del sistema educativo español.
Los datos de fracaso y absentismo escolar exigen una metamorfosis. Además, la OCDE nos ha recordado hace escasas horas que las cosas tampoco van bien cuando el alumno sale de las aulas. Un informe señala que España es uno de los países de la UE donde más se estanca la comprensión lectora entre los 15 y los 27 años. ¿Por qué? Por el abandono escolar temprano, jóvenes que ni estudian ni trabajan y la falta de formación en las empresas.
En España, cuando acaba la enseñanza obligatoria, dejamos de leer o lo hacemos en menor medida, una responsabilidad no solo del sistema educativo, también de los padres. De hecho, el informe apunta a que cuando los progenitores tienen estudios superiores se registra una mejoría en la comprensión lectora de sus hijos. Datos como éste de la OCDE demuestran que ya vamos tarde.
Los vaivenes políticos no pueden condicionar el sistema educativo. Este debe ser prioritario y fruto de un consenso amplio. Es por ello que el borrador presentado por el Ministerio de Educación requiere un debate profundo y sosegado. Su aplicación necesitará de una bajada de las ratio para que la evaluación de los docentes, ya sobrecargados, tenga un mínimo de garantías y se base en un conocimiento exhaustivo y pormenorizado del alumno. Hay quien ya demoniza el texto al considerar que se está aparcando la cultura del esfuerzo. Sea lo que fuere, recordemos que la educación es un servicio esencial, clave en el desarrollo personal. En ocasiones, lo olvidamos.