No se me ocurre mejor manera de aportar unas dosis de romanticismo al conflicto generado por Marruecos en Ceuta que con referencias a
Casablanca, la mítica película protagonizada por Humphrey Bogart (Rick) e Ingrid Berman (Ilsa). Rabat pensó aquello de siempre nos quedará París, y se equivocó. Esta vez, Francia se ha puesto del lado de sus socios europeos. Atrás quedó su calculada ambigüedad hacia el país del Magreb, que ha querido convertir la crisis migratoria de Ceuta en un conflicto bilateral con España y se ha encontrado con la condena del Parlamento Europeo, en una decisión sin precedentes.
Marruecos se ha equivocado, y debiera enmendar su error. La hábil diplomacia alauí, que consiguió contra pronóstico el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental por parte de EEUU, tiene trabajo por delante. Envalentonado por el apoyo de Donald Trump, el Gobierno de Rabat pensó que todo el monte es orégano, y que la presión sería la mejor de las maneras para lograr sus objetivos estratégicos. Y falló.
La decisión de excluir los puertos españoles de la operación Paso del Estrecho (
Marhaba, en árabe) es, probablemente, otro intento de presionar a las autoridades españolas debido al perjuicio económico de las navieras y autoridades portuarias implicadas en ese dispositivo. Sin embargo, tal y como ocurrió en 2020, creo que es la mejor de las noticias posibles. Afrontar el tránsito de decenas de miles de magrebíes por territorio español, sin una plena colaboración entre las autoridades de España y Marruecos, habría sido un disparate, foco probable de numerosos conflictos. Y, en este momento, la desconfianza hace que cualquier gesto por acción u omisión de España pueda ser visto como una supuesta nueva agresión hacia Rabat.
El comienzo, más bien el reinicio, de una hermosa amistad -parafraseando a Rick- es lo que ambos necesitan. España y Marruecos no están condenados a ser amigos. Están obligados por motivos geográficos y estratégicos, pero sobre todo para salvaguardar la buena relación que existe entre pueblos vecinos. Así que, tócala otra vez, Sam. El tiempo pasará. Las disputas territoriales seguirán, pero el sentido común se impondrá. Espero.