Cuando un emprendedor no tiene todos los recursos, conocimientos o habilidades necesarias para desarrollar un proyecto suele buscar socios, sobre todo si no dispone de suficiente financiación para contratar profesionales. También hay proyectos que surgen de forma colectiva entre varios emprendedores, cuyos perfiles suelen complementarse. La motivación para iniciar un proyecto puede proceder de apreciar una oportunidad que puede aprovecharse, o de la necesidad, si no se tiene empleo y las perspectivas de conseguirlo son bajas.
Algunos emprendedores desean cambiar el mundo con sus proyectos, solucionar problemas con nuevos productos o servicios innovadores disruptivos. Otros no aspiran a tanto y buscan crear su propio puesto de trabajo, depender de ellos mismos en lugar de trabajar para un jefe, a costa de asumir ese papel, y tener que ampliar su jornada laboral, más allá de las horas de empleado, a la vida sin horarios de quien está siempre pensando en cómo mantener y mejorar su negocio, porque ahí está su pan, el de su familia y el de sus empleados. Por otra parte, los ejemplos de éxito empresarial y, recientemente, el énfasis en el desarrollo de startups alientan un tipo de emprendedor que aspira a dar el pelotazo, y busca iniciar un proyecto, inflarlo todo lo posible y venderlo antes de que el soufflé se baje. Cuando las motivaciones de los socios son tan diferentes es probable que, antes o después, surjan las discrepancias.
Hace años conocí un proyecto de varios universitarios de Jaén con un tremendo potencial para haber tenido éxito a nivel internacional. Se complementaban bien. Algunos tenían capacidades tecnológicas excepcionales, y otros en gestión y comunicación, pero unos aspiraban a cambiar su sector, otros necesitaban un empleo, y otros pensaban vender la empresa en cuanto alcanzara una buena valoración. El proyecto acabó disolviéndose.
Del mismo modo, algunas personas emprenden una actividad política porque aspiran a mejorar su pueblo, su ciudad, su región, su país, el mundo. Hay otros que solo buscan conseguir un puesto de trabajo bien pagado, al que por méritos propios quizás nunca hubieran podido optar, si no fuera por los méritos cosechados al servicio de su partido. Otros aspiran a dar algún pelotazo en cuanto surja la oportunidad y, mientras tanto, distribuyen a familiares y amigos en cargos en los que poder ampliar su red de influencia. Cuando entre las personas que nos gobiernan hay motivaciones tan diferentes los proyectos para el país, la región o la ciudad acaban también por disolverse.