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Confesiones de Paul Auster

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  • El escritor norteamericano Paul Auster
El escritor norteamericano Paul Auster ha visitado estos días nuestro país con motivo de la promoción de su última novela, Un hombre en la oscuridad (Anagrama). El espacio literario de La 2, Página 2, le dedicaba una reverenciada entrevista en su último programa en la que el autor de Brooklyn Follies realizó una serie de interesantes reflexiones en torno a la creación, aunque lo que más me llamó la atención fue su predisposición para romper ciertos clichés en torno a su figura y a la de otros creadores a partir de las etiquetas con las que solemos catalogarlos desde Europa. En este sentido, el entrevistador insistió desde el principio en definir a Auster como el Woody Allen de las letras, no por su estilo, pero sí por su condición de autor norteamericano de prestigio al que se rinden más honores en Europa que en su propio país. Auster negó que eso fuese así: matizó que Woody Allen es un director de cine al que se sigue teniendo muy en cuenta en Norteamerica y que, con respecto a él mismo, sus novelas se venden bastante bien, por lo que no consideraba que se les respetase más fuera que dentro de su propio país. No obstante, lo verdaderamente interesante vino a continuación, cuando subrayó la principal diferencia entre la recepción europea a su figura y la que predomina en Norteamérica: En EEUU no hay programas de televisión como Página 2, no hay espacios televisivos dedicados a la literatura; más aún, en EEUU ninguna televisión tiene el menor interés por conocer de cerca a escritores y cineastas, por comprender los fundamentos de su labor creativa, por no hablar de su opinión sobre los asuntos de actualidad y que forman parte del debate diario en su país, todo lo contrario a lo que ocurre cuando viaja a Europa, donde a diario, confiesa, no han parado de preguntarle su opinión sobre la campaña electoral de Obama y McCain. Las palabras de Auster nos convierten en unos privilegiados, pero advierten de un desolador panorama -el de la televisión de su país- plagado de incógnitas -por nuestra rapidez de reflejos a la hora de asumir tendencias-.

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