Más de una treintena de poemarios avalan la obra de Miquel Martí i Pol (Roda de Ter, 1929 – Vic, 2003), uno de los escritores más trascendentales de la poesía catalana del pasado siglo.
Activista cultural y traductor, su amplia y atractiva obra se vio recompensada con galardones como la “Creu de Sant Jordi” (1983), el “Premi Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya” (1988) o el “Premid´Honor de les Lletres Catalanes” (1991).
La reciente edición bilingüe de su “Libro de ausencias” (Bartleby Editores. Madrid, 2022), sirve al lector para recuperar una voz esencial y reveladora de un universo pleno de honesto lirismo.
En una entrevista concedida al diario “ABC” el 26 de diciembre de 2002, Martí Pol confesaba ser“unperdedor irreverente ylúcido”. Una esclerosismúltiple con la queconvivió más de tresdécadas le llevó a “establecer un pacto deno agresión con su enfermedad” y convertirla poesía “en una forma de entender la viday, en cierta manera almenos, de vivirla”. Sabedor de que su verboera, a su vez, don y salvación, se valió de élcomo alimento y bálsamo, y le permitiócreer en el compromiso del poeta con la libertad: “En cada palabra me juego la existencia”, dejó escrito.
Marta López Vilar ha vertido al castellano, con sabiduría y acierto, esta entrega, publicada originalmente en 1985 y, en la cual, firma un revelador prefacio. En él, sitúa la figura y el legado del autor barcelonés y anota que este “libro es una elegía que canta a la vida y al amor cuando la muerte ha dejado tantas cosas abandonadas (...) Hay una ausencia enorme en estas páginas, pero también belleza (...) hay comprensión y ternura, más allá de esa terrible palabra que es el duelo”.
Escrito un año después de la muerte de su esposa, DolorsFeixas (1984), estos poemas respiran hondura, reflexión y serenidad. Porque, en ellos, cabe el exacto tamaño de lo humano en una suerte de renovada sentimentalidad. El sujeto que escribe cuanto aquí se canta es un yo llevado por la extrema nostalgia, por el hueco que deja lo almado. Tal y como expresa en su Carta a Dolors: “Escalón tras escalón, toda una vida./ Ya hora la pesadilla de la sombra (...) ¿Llorar? ¿Por qué?/ Todo se vuelve memoria en las cosas,/ pero nos- otros convertimos la añoranza/ en recuerdo diluido que nos justifica/. Y, al final, la muerte, que todo lo borra”.
Como testimonio de su cotidiano ritual, el poeta se entrega al paso del tiempo como mejor forma de hacer de la pérdida en presencia. Y,su mudanza, se aparece como un camino que lleva desde la oscuridad de las comunes huellas hasta la claridad de cada alba. Un camino, sí, trazado con un verso delicado, sugestivo, que quiere ser esperanzada revelación, dicha que no albergue tristura, sólito sol que no permita el dolor envuelto bajo la lluvia: “Tuyo es ahora el espacio de privilegio/ en torno al cual me busco y me edifico,/ y tuyo el vacío que lleno con la mirada (...) Por todas partes la vida me reclama/ y siento que vivo en todas ellas, mientras tú velas/ el espacio de mi mismo que sabes que siempre/ te ha de pertenecer...”.