Europa cavila con preocupación ante el auge de los partidos de la derecha radical. El cordón sanitario no ha impedido que estas formaciones ganen presencia en países como Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría, Finlandia y, por supuesto, España. La receta está fallando. Eso ha provocado que, por ejemplo, nuestros vecinos franceses, con su presidente Emmanuel Macron a la cabeza, defiendan un cambio de prescripción: menos emociones y más propuestas e ideas como argumentario para frenar a la extrema derecha.
El tratamiento de estas formaciones como un peligro para la democracia, participadas por malvados y apestados, está causando un efecto contrario, una victimización con la que se identifica buena parte del electorado. Hasta en Portugal, país vecino ajeno a este fenómeno populista, han visto cómo un partido nacido en 2019 (Chega) se ha convertido en tercera fuerza política.
El 28M, Vox consiguió un notable avance con respecto a los comicios de 2019. Ya está en todos los parlamentos autonómicos y, como puede comprobarse, se ha convertido en fuerza clave para pactar con el PP en seis comunidades. En el ámbito local, ha pasado de quinta a tercera fuerza, doblando sus votos y triplicando sus concejales.
El cordón parece insalubre y con pocos resultados prácticos. El PSOE andaluz fue pionero en tratar de centrar su campaña en el miedo a la ultraderecha para conseguir la movilización del electorado en las autonómicas de 2018. El quevieneellobo quedó en agua de borrajas y abrió la puerta a un cambio político en Andalucía, y probablemente sociológico. Al menos, esta semana hemos escuchado a dirigentes socialistas andaluces cambiar de estrategia y olvidarse de Vox para centrarse en el PP.
En las antípodas ideológicas y doctrinarias, está el independentismo radical vasco. Bildu es protagonista -sin quererlo- de buena parte del argumentario del PP de las elecciones generales en ciernes. La criminalización de la izquierda aberzale también está logrando el efecto contrario hasta tal punto de que pelea con el PNV para lograr convertirse en la fuerza más votada de Euskadi a un año de las autonómicas. Es decir, no descarten ver a Otegi como lehendakari. Si ha logrado ganar, aunque no gobernar en Vitoria, todo es posible. Vox y Bildu no son comparables pero su crecimiento parte de los mismos errores ajenos.