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Una ciudad viviendo de un monocultivo que se agota

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La Isla no cuenta con otros sectores productivos como para prescindir del sector naval. Esas palabras las ha pronunciado el presidente del comité de empresa de Navantia en San Fernando, José Antonio Oliva, pero es una verdad de perogrullo además de una desgracia para una ciudad que tiene en su haber, en el de sus gobernantes y en el de sus gobernados, el haber asistido impasibles al desmantelamiento de la ‘industria’ militar sin mover un dedo para diversificar lo diversificable. Y ahora vienes los llantos.

El problema, no obstante, es que lo que dice el presidente del comité empresa de Navantia tiene que entenderse más como un deseo que como una realidad tranquilizadora, por cuanto no hay que olvidar que ese sector naval que hoy en día sigue siendo el mayor empleador en San Fernando y en toda la bahía, es un bien sujeto a los avatares de los mercados como cualquier otro sector industrial, a la vez que un pequeño gigante con los pies de barro que hasta ahora, en el caso de San Fernando, adolece del mismo defecto que la economía general de la ciudad. Ésta porque depende de un sólo sector y aquel porque depende de un solo cliente.

No está de más llamar la atención sobre los peligros que encierra una situación que, ciertamente, se ha intentado corregir por parte de los trabajadores tantas veces como no se ha conseguido o no se ha querido conseguir por parte de los gestores de la empresa pública. Y no está de más llamar la atención sobre esos peligros por cuanto esa llamada permanente se debe de convertir en el combustible para que al menos se mantenga encendida la antorcha de las reivindicaciones diversificadoras del producto.

Pero la verdad es que los grandes cambios que se avecinan requieren de actuaciones innovadoras que nadie sabe si dará tiempo a poner en marcha en un sector excesivamente rígido en materia de política laboral y competencialmente necesitado de una puesta a punto para adecuarse a las condiciones de los más competitivos, mal que ello conlleve medidas que los trabajadores no quieren ni barajar. Pero a la fuerza ahorcan y algunos similares ya están criando malvas.

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