En una de las viñetas del genial humorista argentino Quino, Felipe, amigo de Mafalda, decía: “lo lindo de un año nuevo es que viene todo lleno de días sin estrenar”. Recibimos al Año Nuevo con fiestas y brindis, y olvidamos rápidamente que el regalo se nos entrega día a día, 24 horas nuevecitas, sin estrenar. Y este regalo no puede ser más democrático, viene para todos por igual, no hace distinciones de ningún tipo. Lo que hagamos con él depende de nosotros. A algunas personas les faltan horas para todo lo que quieren hacer, y a otras les sobran.
El cambio de año simboliza renovación y nuevos propósitos. Depositamos muchas expectativas y nos auto-engañamos pensando que esta vez sí será la buena, que todo va a ser diferente (mejor). Aunque no es el 2024 el que tiene que ser diferente sino nosotros, pero nos cuesta cambiar, incluso lo que nos disgusta. Y no hace falta esperar a que empiece un año para hacerlo. Cada día, a cada momento, tenemos una nueva oportunidad para renovarnos, enfocarnos en lo que nos ilusiona, cambiar lo que no está bien, mejorar como personas, también nuestras empresas e instituciones, y hacer que todo progrese.
Decía Stephen Hawking, físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico, que el mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión de conocimiento. De forma similar podemos decir que el mayor enemigo del cambio no es la inmovilidad, sino la ilusión de cambio, magistralmente resumida en la paradoja del “gatopardismo” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa de “cambiar todo para que nada cambie”, aparentar cambios superficiales sin modificar lo esencial.
Lo curioso es que el cambio sucede queramos o no. Cinco siglos antes de Cristo, Heráclito de Éfeso ya decía que todo cambia, pero si no es el cambio que nosotros ayudamos a crear lo más probable es que vaya más a favor de quien más esfuerzo pone en provocarlo. Planificar es necesario y, frente a la clásica previsión, necesitamos una actitud prospectiva. Según la previsión, el futuro nos traerá una continuación condicionada por el pasado. Según la prospectiva, el presente es necesario porque nos lleva al futuro que deseamos. Lo fácil es echarle la culpa al pasado. Lo difícil y valiente es decidir qué futuro deseamos y qué debemos cambiar para acercarnos a él. Esperemos que no nos pase lo que decía Mafalda: “no se les puede dar un año nuevo, que enseguida lo rompen”.