Habitualmente suelo preguntar en clase a mis alumnos si se consideran directivos o no. La respuesta mayoritaria es negativa, independientemente de que sean estudiantes de administración y dirección de empresas o de ingeniería. Asociamos ser directivo con tener autoridad sobre los demás, con ocupar un puesto en un organigrama que nos permita ordenarles a otros lo que tienen que hacer. Según datos de la Dirección General de Industria y de la PYME, en nuestro país de casi 3 millones de empresas que había a finales de 2023, el 99,8% son PYMEs, el 93,4% tienen menos de 9 empleados, y el 54,6% no tienen ninguno. Es decir, más de 1,6 millones de empresarios no tienen a quien mandarle. No obstante, nadie negaría que tienen la responsabilidad de dirigir sus empresas.
Ser directivo implica realizar tres funciones básicas: relacionarse con personas, obtener información y tomar decisiones que pueden afectar a otros, asignando recursos escasos para conseguir los objetivos que se quieran alcanzar. Todo esto lo hace cualquier emprendedor para dirigir su negocio, y cualquier persona para dirigir su vida. Incluso quienes se dejan llevar por modas e influencias, y quienes se sienten cómodos en una actitud de seguidores, en algún momento toman decisiones, aunque éstas sean aceptar lo que otros les manden.
Tener autoridad no es la única forma de influir en los demás. Es más eficaz el liderazgo, y no todos los directivos son líderes. Tampoco hay una única forma de ejercer el liderazgo. El líder transformacional busca inspirar a los demás para que trasciendan sus intereses personales por el bien común. El líder sirviente antepone las necesidades y el bienestar de su equipo, ayudando a cada persona a lograr su máximo potencial. En lugar de gestionar para obtener resultados se enfoca en crear un ambiente en el que su equipo pueda prosperar y hacer un buen trabajo.
Vivimos en una sociedad que acepta sin dudas ni conflictos una dualidad. Por un lado, se reconoce y aprecia la influencia moral de Jesús de Nazareth en los últimos dos mil años, alguien que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida, y que proponía que “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor”. Por otro, encontramos que –salvo honrosas excepciones– muchas veces quienes llegan a tener autoridad son malos, ineficaces e ineficientes directivos que buscan servirse del cargo que ostentan mientras les dure, disfrazados de líderes que dicen querer servir a los demás.