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Andalucía

El fantasma de los ataques químicos planea sobre una Siria que espera la justicia

Para muchos combatientes rebeldes, la caída del régimen de Bachar al Asad supuso una oportunidad de volver a casa por primera vez en mucho tiempo

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  • Siria. -

Para muchos combatientes rebeldes, la caída del régimen de Bachar al Asad supuso una oportunidad de volver a casa por primera vez en mucho tiempo. Para Saif el Din al Dahla, ha marcado un "muy difícil" regreso al lugar donde toda su familia perdió la vida en un ataque químico el 21 de agosto de 2013.

Cuando los proyectiles con gas sarín comenzaron a caer aquella noche sobre Zamalka, a las afueras de Damasco, Saif el Din tenía tan solo 17 años y estaba desplegado como combatiente en un bastión opositor no muy lejos de allí, relata, fusil colgado del hombro, frente a la tumba de su padre y de una de sus hermanas.

"Nos contactaron a las 3 de la mañana, me dijeron que viniera al pueblo, que mis padres me necesitaban. Cuando vine aquí, encontré a mi padre y a mi hermana pequeña muertos uno al lado del otro, mientras que a mi madre y a mi hermana mayor no las encontré", explica el joven a EFE.

"Las busqué por todo Ghouta, pero no las pude encontrar", agrega, con lágrimas rodándole por las mejillas.

Rendición de cuentas

Con el derrocamiento de Al Asad, acusado de cometer decenas de ataques químicos durante el conflicto iniciado a raíz de las protestas populares de 2011, el joven ha sido transferido a Zamalka y espera que los responsables de crímenes como este vayan a rendir cuentas por fin.

Mohammad Sleiman Dahlan, presidente del Consejo de Zamalka en 2013, recuerda a EFE que la ONU confirmó en su momento el uso de armas químicas, pero su investigación no atribuía autorías. Tras el cambio de poder en el país -alerta- los "obstáculos" que impedían a los sirios obtener justicia ya no "existen".

"Ahora, los responsables son fáciles de determinar, tiene que haber rendición de cuentas. Siria al completo fue convertida en una fosa gigante, fuera a través de químicos u otros medios", zanja el abogado, mientras 13 años de acusaciones contra el régimen comienzan a tomar forma a diferentes niveles.

Él mismo sobrevivió al gas sarín.

Cuenta que inicialmente solo escucharon proyectiles menos ruidosos de lo normal, sin que les cruzara la mente la posibilidad de un ataque químico contra esta zona residencial, pues hasta entonces solo se había utilizado el "mucho menos" dañino gas de cloro en los frentes de guerra.

"Después de un rato, los síntomas comenzaron a aparecer, la gente comenzó a salir corriendo a la calle gritando que era un ataque químico y los muertos empezaron a caer uno tras otro", explica Dahlan.

"El número de muertos fue enorme, algunas familias perdieron a todos sus miembros. Incluso nosotros, en el Consejo local, todos los miembros de nuestro equipo de prensa murieron, así que no hubo cobertura mediática de la masacre", apunta, sobre la razón por la que otros puntos de Ghouta se convirtieron en la cara más visible del desastre.

Les tomó dos meses tener las primeras estimaciones de víctimas y afirma que aún hoy, más de una década después, solo han podido confirmar lo que creen es un balance parcial de 1.466 fallecidos, "la mayoría de ellos mujeres y niños aún en sus pijamas".

Algunos de ellos están enterrados en el mismo cementerio que los familiares de Saif el Din, en una zona de Zamalka plagada de edificios destruidos por la guerra.

Una fosa común

"Recuerdo que yo mismo tomé parte en los enterramientos en este cementerio, pese a que era el presidente del Consejo local. Envié gente a documentar los muertos, pero no volvieron; cuando vine aquí a buscarlos, no los encontré. Tiré la libreta y los documentos, y me puse a trabajar", relata Dahlan.

Hicieron grandes hoyos con las excavadoras y, en tres columnas, fueron colocando a los fallecidos "uno sobre otro", sin poder pararse siquiera a identificarlos. Según el abogado, algunos de los que trabajaban en el proceso aquella noche fueron muriendo también, pero aún así continuaron con las labores.

El 21 de agosto de 2013 ha quedado grabado fuego en la memoria de muchos vecinos de Zamalka como él.

Otro de ellos, que no se identifica, cuenta a EFE cómo huyó de madrugada con su anciano padre y sus sobrinos pequeños a la cercana localidad de Kafr Batna. "No podía ver bien y estaba vomitando, mi vómito parecía 'Loadlin' (marca de detergente)", recuerda el hombre.

Aturdido, encontró cobijo junto a su familia con unos de vecinos de Kafr Batna que se apiadaron de su padre, un respetado hombre de edad, y que les permitieron limpiarse para eliminar el rastro de un agente neurotóxico que por aquel entonces no sabían ni qué era.

"Me desperté por la mañana y el chico que nos acogió estaba diciendo que habían muerto unas mil personas. En aquel momento aún estaba mareado, le dije a mi padre que el hombre estaba mintiendo", señala.

"Cuando encendimos la televisión, vimos cómo de caótica era la situación y que de verdad había sido un ataque químico. Y que un montón de gente había muerto, hubo incluso un edificio residencial entero en el que cada uno de sus residentes falleció", concluye el superviviente.

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