La batalla por la verdad

Publicado: 09/01/2025
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

Escrito en el metro

Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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No me fue difícil interpretarla, toda vez que por entonces la religión, obviamente católica, era una asignatura obligatoria desde parvulitos
Mi primer viaje a la capital del Reino fue a principio de los setenta. Acompañé a mi padre y al ceramista José Luis Villar en su visita a algunos de sus maestros en la fábrica de Lladró y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí un viejo profesor de modelado y vaciado, cubierto de una descolorida bata salpicada de yeso, tras comentarle que continuaríamos la gira por el Museo del Prado, insistió en que yo no debía de dejar de ver una estatua que había en el Parque de El Retiro. Se trataba del Ángel caído, una fantástica y enigmática obra de Ricardo Bellver que, como nos contaba el anciano artista, lo era aun más por erigirse a 666 metros sobre el nivel del mar. Un número ya de por sí demasiado alegórico de lo que representaba aquella estatua.

No me fue difícil interpretarla, toda vez que por entonces la religión, obviamente católica, era una asignatura obligatoria desde parvulitos hasta incluso primero de carrera. En demasiadas ocasiones leímos, incluso acompañados con alusivas ilustraciones, que el demonio surgió de una curiosa batalla en la que se enfrentaron dos ejércitos de ángeles. A pesar de ser seres cándidos, un grupo de ellos se rebeló contra el mismísimo dios y su comandante fue desterrado del cielo para habitar entre los mortales, sembrando el mal en este insignificante planeta del cosmos. El motivo de la rebelión jamás lo supimos, casi se dejaba a una libre interpretación, si bien con la que me quedé fue con la un profesor de filosofía que veía en ello la lucha por la libertad de interpretar la verdad.

Frente a mi tengo un atrevido estudio que realicé de un óleo de Michelangelo Buonarroti, La batalla de Cascina. Cada vez que lo contemplo más similitud encuentro entre esta representación, aquella leyenda bíblica y, sobre todo, con este momento actual en el que cada vez es más difícil discernir la verdad. En ella veo a procelosos científicos, rompedores artistas, aguerridos militares, religiosos fundamentalistas y un etcétera tan largo como personajes hay en la escena. Todos entremezclados en una abigarrada lucha sin que aparezca el motivo. Jamás habríamos imaginado que fuese tan fácil entrar en la Era de la posverdad. Tanto le preocupaba a Mark Twain que llegó a afirmar que es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados.

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