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El parón del tranvía sume la calle Real en un grave estado de provisionalidad

Desde la Ardila a la Venta de Vargas se suceden socavones, cables al aire, losetas levantadas y el descontento de los que apoyaron el proyecto.

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Una franja verde de césped -aunque sea artificial- mirando a La Isla desde la entrada de Cádiz da la impresión de que lo que se extiende por el interior de la ciudad es prácticamente un ejemplo de calidad de vida, de recuperación del espacio por los peatones como se vendió el proyecto y debe de ser algún día, de alternancia entre el vehículo y el ciudadano.

Sólo ese tramo que se ve en perspectiva como una flecha indicadora responde ligeramente a las expectativas, siempre y cuando no se mire a los lados y se compruebe que todavía faltan por reconstruirse las aceras que entran dentro del proyecto como zona de servidumbre del tranvía metropolitano.

Cuando se llega a la rotonda que va a Ponce de León, que iba a servir como el eje transversal de La Isla hasta la Glorieta y que está haciendo ese papel a duras penas, la realidad salta a la vista y el parón en las obras del nuevo transporte llamado a unir Cádiz y Chiclana a través de San Fernando llena de trampas un camino que a estas alturas debería de estar absolutamente expedito y esperando las primeras pruebas de los prototipos.

La propia rotonda es un ejemplo de desolación con las fuentes abiertas en canal, la hierba creciendo y los cables eléctricos asomando a vista de todo el mundo. Y a partir de ahí todo son, a cada pocos metros, vallas protegiendo las bases de las farolas en las que también crece la hierba, estercoleros improvisados por la falta de limpieza y cuando sopla el levante, como este fin de semana, imagen de lo que ha llegado a ser el proyecto que iba a representar un antes y un después en la ciudad. Y tanto.

Ni siquiera los tramos que están transitables, por donde pasan los taxis y vehículos particulares después de unos primeros meses en los que la vigilancia persuadía a los segundos, se libran de las señales a poco que se mire a los lados.
Manojos de cables esperando ser recolocados en las fachadas o por las conducciones del suelo; postes de la luz de obra que siguen soportando los restos de más cables y se han convertido en soportes publicitarios gratuitos, algunas veces junto a edificios históricos; calles perpendiculares a las que se accede a través de un terraplén y cuya reurbanización está dentro del proyecto original...

Y sobre todo, ni un solo contenedor de basuras, que se apilan en esas calles perpendiculares y cuyo modelo definitivo no se ha presentado. Y también en uno de los casos en las mismas puertas de un edificio en proceso de su conversión en Bien de Interés Cultural como es la iglesia Mayor.

Lo peor de todo no es cómo está la calle Real, sino cómo parece que se va a quedar. Sólo la Junta de Andalucía mantiene que estará terminada en 2012 pero nadie se cree a estas alturas que eso sea verdad. Primero porque cuando una Administración se gana la desconfianza de la ciudadanía, sólo le queda demostrar que la ciudadanía está equivocada. Y segundo porque las condiciones económicas no auguran que el tranvía se vaya a terminar... al menos el año que viene.

El alcalde de San Fernando, José Loaiza, ha pedido a la Junta de Andalucía que solucione el problema con urgencia y no cree en los plazos dados últimamente por el delegado provincial de Obras Públicas tras anunciar que comenzaría el procedimiento legal desde el principio para no hacer frente a la indemnización que piden los expropiados.

Y aun en el caso de que se cumplieran esos plazos, Loaiza ha comenzado su mandato viendo que le han dejado una ciudad que no va a levantar cabeza en varios años porque el tranvía nunca ha sido sólo el paso de un tren.

Las rebajas del PA
Las rebajas comenzaron cuando el último delegado de Urbanismo e interlocutor municipal ante la Junta, Manuel Prado, dijo que el cableado eléctrico, en un Casco Histórico protegidísimo por el Peprich, se quedaría como está y que se irá soterrando en función de que los propietarios de los inmuebles de la calle Real hicieran obras. Y eso estaba en el proyecto original y no con cargo a los particulares.

El pleito que ha puesto al descubierto que la Administración andaluza se saltó la Ley a la torera no ha hecho sino comenzar a complicar las cosas, porque la decisión de no negociar con los damnificados e iniciar desde el principio el proceso ya ha levantado en armas a los detractores del tranvía a todo lo largo de la calle.

Habrá un periodo de alegaciones y la Junta, como le han dicho los tribunales, no podrá recurrir al interés general porque por encima del interés general están las leyes. Y ya le han demostrado que un ciudadano de a pie puede obligarle a cumplirlas.  

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