Casablanca es un espectáculo concebido desde la fusión de dos músicas aparentemente dispares pero con grandes similitudes reales, el flamenco y la música árabe, las músicas norteafricanas se entremezclan con los sonidos flamencos consiguiendo un efecto simbiótico de gran impacto.
No nos encontramos con un espectáculo musical al uso, al contrario, la fusión entre lo árabe y lo flamenco que iniciara El Lebrijano hace ya 20 años, se consolida tras una larga trayectoria en una representación musical de enorme calidad sinfónica, no es solo un recital flamenco, ni un concierto de orquesta, es algo más, es la armonización de sonidos e instrumentos dispares que confluyen en distintas armonías que sorprenden, al tiempo que emocionan, al público que tiene la oportunidad de disfrutarlo.
Los músicos tras múltiples representaciones han llegado a un grado de compenetración difícil de explicar con palabras, cuerdas dispares, tal cual son violín y guitarra, teclados y percusión conforman en sí mismo una orquesta de sinfonías creado un sonido excepcional, el virtuosismo del violinista marroquí Faical Kourrich, el embrujo de la guitarra flamenca lebrijana de Pedro Peña, el compás en la percusión del macareno Agustín Henke y el piano de Reduane Kourrich se entremezclan entre sí y con la voz clara y flamenca de Juan Peña Lebrijano, de la que cabe poco decir.
Juan Peña Fernández, el ‘Lebrijano’ para el arte, nace en Lebrija en 1941, en el seno de una familia gitana y flamenca; entendiendo por ésta a una estirpe en la que la música flamenca es el fundamento esencial de una forma de ser y estar en la vida. Aunque en esta familia todos sus componentes se expresan o bien con el cante, el baile o el toque (guitarra, percusión o piano), algunos se profesionalizan y llegan a escribir fundamentales páginas en la historia del arte flamenco, como Perrata y Perrate, Fernanda y Bernarda, Bambino, Turronero o Dorantes, entre otros.