Queridos lectores, dar la espalda a la realidad que se vive, no reconocerla y querer imponer una visión que poco tiene que ver con lo que lo sucede es algo cotidiano en el medio habanero desde el cual les escribo. Unos se hastían de un más de lo mismo que nunca plantea nada nuevo que pueda animar la esperanza y es como si todo estuviera en una lenta marcha atrás en el tiempo que nos va desarticulando. Otros no quieren reconocer la realidad que subsiste porque no es compatible con los conceptos que tratan de imponer. Es un contrapunteo entre lo virtual y lo real que por su recurrencia crea monotonía, desesperanza y hastío. Una buena parte de la población ocupada en subsistir olvida estas improntas porque no tienen tiempo para reconsiderar sus causas y soluciones a fondo. El problema esencial para comprender lo que nos sucede es de ubicación en el espacio
y en el tiempo, es de moverse o no dentro de la población de a pie. Es de honradez con el pensamiento y con los análisis del medio que nos circunda. Es no dejarse ganar por el miedo abstracto que se mueve como si fuera
un fantasma por todos los estratos sociales de la población. Es un sutil estado de indefensión quizás también virtual y producto de la realidad ideal-virtual que se proclama a diario como lo que es posible hacer y lo mejor aunque con errores y deficiencias pero lo mejor y muchas veces lo único.
En estas coyunturas las voces de quienes se atreven plantearse análisis de fondo, incluso con un sentido positivo encaminado a salvar las esencias primigenias del proceso revolucionario en medio de los desgastes, los retrocesos y el más de los mismo, se les descalifica, se les acusa de búsqueda de protagonismo desmedido, de oportunismo de derecha o de izquierda, sin dar el más mínimo espacio para el movimiento en el
pensamiento, para la expresión de lo que se piensa con cabeza propia, para la duda positiva que
incluso se alimenta de las esencias científicas de la sospecha y del reconocimiento de la incertidumbre
en el movimiento de la naturaleza y de la sociedad. Instrumentos básicos de las ciencias sociales modernas y de
los métodos de dirección científica de la sociedad. Con estas actitudes se mediatizan e incluso se cierran los mecanismos lógicos de participación que deben fundamentarse en el reconocimiento pleno de la persona como centro y objetivo final de los proyectos económicos, sociales y políticos. La persona que en realidad debe ser sujeto que no puede ser movido sin su consentimiento, es convertida en un simple objeto impedido de actuar directamente dentro del tejido social, en violación del libre albedrío que le es inherente a su condición humana.
Son circunstancias, coyunturas e incluso concepciones que van más allá de cualquier ideología, religión o creencia que se profese para ubicarse al centro del humanismo esencial que nos corresponde poner en práctica en contraposición con los egoísmos, los autoritarismos anulantes y los simplismos relativistas que se manifiestan dentro del mundo globalizado en que nos desenvolvemos todos los seres humanos hoy.
La gran crisis capitalista que estamos viviendo quizás sea el fin de una época en la que todas las
concepciones políticas y sociales que nos se han movido hasta hoy deberán renovarse definitivamente
para abrirle paso al futuro. En consecuencia considero que más que descalificar, anatemizar y condenar, tendríamos que escuchar, analizar, dialogar y facilitar la participación.
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