Últimamente lo normal es que casi a diario se nos depare una sorpresa que se deriva de la pésima relación entre administraciones que prodigan menos siquiera el mero formulismo de la tan evocada lealtad institucional; aquí falta comunicación, sobran enfrentamientos sobre todo en las ruedas de prensa y en los mensajes que se trasladan de cara a la galería, y lo difícil es encontrar que alguien da su brazo a torcer. La esperanza es que en el encuentro que suponemos que pronto han de tener la presidenta de la Junta y el alcalde, la primera sea capaz de propiciar un nuevo tiempo y una nueva relación pensando en el interés general, porque otra solución no cabe esperar, en todo caso, en la cuenta atrás de cara a las próximas municipales, cada vez más cercanas, aumento de la crispación y del desencuentro porque hay políticos, y los tenemos muy cercanos, que donde parece que se encuentran verdaderamente en su salsa es en la confrontación y en la pelea, llevadas hasta sus últimas consecuencias. El día de la fiesta nacional veíamos por televisión, con cierta envidia sana, cómo políticos que normalmente tienen que defender posiciones diferentes, incluso antagónicas, aprovechan cualquier parada en el camino para abandonar esas puestas en escena y dialogar, incluso bromear, en ambientes distendidos, porque la política no puede ser tan nociva que anule las relaciones humanas de las personas y no debieran estar en ella quienes no sean capaces de separar una cosa de la otra. Lo que me preocupa es que en Jaén, que es donde estamos, y supongo que lo han notado, el ambiente es cada vez más irrespirable.
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