Hace un par de años hablé con Patrocinio Mora, el hostelero de La Antilla que cada año ofrece comida a los inmigrantes que malviven en los asentamientos de Lepe. En una entrevista para la radio me dijo con voz entrecortada: “Este año será el último que organicemos el reparto de comida, la cosa está “mu achuchá” y la crisis también afecta a mi negocio…” Y después, a corazón abierto, me habló de la razón, de “su” motivo para llevar a cabo esta idea que nació hace ahora 8 años, escribo de memoria. Patrocinio no puede olvidar, dice, las dentelladas de una infancia difícil y repleta de estrecheces económicas. Y es eso, el recuerdo de una niñez complicada, el sobresalto de unos años duros, lo que le lleva, me confiesa, a mantener su gesto de solidaridad. En esa etapa difícil que quiere borrar de su vida, Patrocinio, reconoce, pidió ayuda y encontró el consuelo y el pan que le faltaba. El cantante brasileño, Roberto Carlos, lo decía en una de sus canciones: “En los difíciles momentos que hay en la vida, buscamos a alguien que nos ayude a encontrar la salida “.
Por eso, como abrazo de gratitud, Patrocinio quiere devolver a la sociedad lo que hizo por él, y la manera de hacerlo es recorrer los campos de Lepe durante Nochebuena y Nochevieja para decir que todos estamos en el mismo barco. Que por dura que sea la tempestad hay que dar siempre la bienvenida a los que llegan en busca de un futuro mejor.
Coca-Cola, la mayor compañía de bebidas del mundo, le convirtió en 2011 en protagonista de su campaña "Razones para creer”, y ese mismo año le fue concedida la Medalla al Mérito al Trabajo. Dos reconocimientos para premiar la labor humanitaria y profesional de esta persona que demuestra, con hechos, que otro mundo es posible.
Cuentan que Alejandro Magno preguntó a Diógenes por qué llevaba a todas horas encendido un candil. Diógenes le respondió: “Busco al hombre auténtico de día y de noche, pero no lo encuentro". Pero haberlos, haylos, me digo. En La Antilla hay uno, un ser humano excepcional e integro que cada fin de año aparece como un regalo de la Navidad.
Cuando llegue diciembre, otra vez, volveré a hablar con Patrocinio Mora, y arriesgaría que me dirá lo mismo que la vez anterior: “Este año será el último que organicemos el reparto de comida entre los inmigrantes…”.Y no le volveré a creer, claro. Sí, Patrocinio, la cosa está “mu achuchá” , corren malos tiempos para la lírica y para los ciudadanos honrados. Pero usted, o yo, o mi vecino Pepe, tendremos que hacer lo que otros -por ejemplo, los políticos- no hacen.
En fin, otro mundo es posible, sí: mejor, más entrañable, más solidario. La iniciativa expuesta es una buena prueba. Un ejemplo, el ejemplo de Patrocinio.