Me suena, Rocío, mientras escribo este recuadro, a altas horas de la madrugada, a rumor matinal, a pisadas de caballos, a carretas engalanadas, a amanecer lento, pausado, en uno de esos pueblos rocieros de nuestra querida Andalucía: Gines, Villamanrique de la Condesa o Villanueva del Ariscal. Me suena, Rocío, a sonido de tamboril, el tamboril de sonidos inigualables de mi amigo Paco, a romeros silenciosos, a plegaria íntima: “Dios te salve María/ Del Rocío Señora/ Luna, sol, norte y guía. Y Pastora celestial/ Dios te salve María/Todo el pueblo te adora/ Y repite a porfía/ Como tú no hay otra igual/ !Olé, olé, olé, olé...!”
Hemos salido del pueblo buscando caminos lejanos, a campo abierto, y el cortejo, entre decenas de romeros, avanza despacio. Aún queda un viaje largo, no-sé-cuantos-kilómetros, pero hay amistad, alegría, fraternidad e ilusión por estar junto a Ella. El ‘sesteo’ lo hacemos en uno de esos parajes cerca de Moguer o de San Juan del Puerto. Y la ‘pernocta’, recién entrada la noche, trae un remanso de paz que sólo rompe el sonido de las estrellas.
Desde 1758 se celebra la romería del Rocío, siempre punto de encuentro de grandes y pequeñas historias. Para el recuerdo, la historia grande, queda la visita que realizara al Santuario el Papa Juan Pablo II el 14 de junio de 1993. Pero hay otras historias, más íntimas, más personales, vivencias, anécdotas que tampoco borra el tiempo. En el Rocío de 1998, por ejemplo, me partía de risa cuando ‘El Mellado’, con el humor que en él es habitual, contaba su penúltimo chiste verderón; en otro Rocío -creo que fue en 2003- ‘El Malagueño’ intentaba bailar sevillanas, pero aquello parecía más un ritual tailandés.
Tu nombre me suena, Rocío, a emoción desbordada cuando, este año, por primera vez, mi pueblo, Albaida del Aljarafe, se presente como hermandad filial. Han sido años de espera, de lucha para lograr el objetivo, pero ha llegado la recompensa. Me cuentan mis paisanos que la Virgen del Rocío lucirá en la presente edición unos puñitos, regalo de la hermandad de mi/nuestro pueblo.
Tu nombre me suena, Rocío, a una de esas sevillanas de los míticos Hermanos Reyes, Los Marismeños o Los Romeros de la Puebla. Hay unas de éste último grupo, ‘Solano de las marismas’, que a mí me gustan mucho, escritas por Aurelio Verde y José Manuel Moya, que hablan de camino de regreso, de rocío pasado, de días vividos en la ida: “Cuando el lunes por la tarde/ vuelvas a coger la senda/irás pisando pisadas/esas que al venir se dejan/Desandarás el camino/que no será de la vuelta/rociero es siempre ir/ buscando marismas nuevas. Solano de los pinares/ tú que alisas las arenas/cuánto más de ti me alejo/parece que estoy más cerca”.
“Tu nombre qué bien me suena
Hemos salido del pueblo buscando caminos lejanos, a campo abierto, y el cortejo, entre decenas de romeros, avanza despacio
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