?Hemos puesto fin al deterioro de los barrios más señeros?
La Oficina de Rehabilitación del Casco Histórico cumple 10 años de trabajo
Gabriel Almagro y Silvia López-Delegado Provincial de Vivienda y Gerente de la Oficina de Rehabilitación
Tal día como hoy de hace diez años echaba andar en Cádiz una iniciativa pionera en materia de vivienda. Nacía la Oficina de Rehabilitación de la Junta de Andalucía. Una herramienta ideada para combatir el mal estado en que se encontraba gran parte del caserío del casco antiguo y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Desde entonces, la actividad de este departamento ha crecido exponencialmente. Y también su campo de actuación, que ya no se ciñe sólo a la reforma de fincas. Las caras visibles de este proyecto son actualmente Silvia López y Gabriel Delgado, a la sazón gerente de la Oficina y delegado provincial de Vivienda. Coincidiendo con este aniversario, INFORMACIÓN ha conversado con ellos para repasar los logros cosechados a lo largo del trecho transitado y los retos que aún quedan pendientes.
—¿Qué balance es el que se puede realizar de esta década?
—G.D: Yo lo definiría como un periodo sumamente positivo. En estos diez años se ha puesto fin a un proceso de deterioro arquitectónico y urbanístico de los barrios más señeros de Cádiz. Y lo hemos conseguido a través de un modelo que se ha convertido en un referente, no sólo para los andaluces sino para otras comunidades autónomas y para otros ámbitos fuera de nuestro país.
—¿Y cómo se traduce eso en cifras concretas?
—S.L: En términos económicos llevamos ya una partida ejecutada de 121,5 millones de euros, mientras que el presupuesto comprometido asciende a 203 millones de euros. Hemos intervenido en un total 7.238 viviendas. Pero la cifra se eleva a 12.639 si incluimos aquellos pisos donde se ha actuado a través del programa de rehabilitación singular, que se centra en el arreglo de zonas comunes, ascensores, etc.
—¿Piensan que esa inversión es percibida por la ciudadanía? ¿Son los gaditanos conscientes de la labor que se desempeña desde este departamento autonómico?
—S.L: Yo lo que creo es que la gente tiene identificada a esta Oficina como la administración que está acabando con la infravivienda y dignificando sus vidas. La prueba está en que aquí no sólo acuden propietarios o inquilinos interesados en arreglar sus casas. Muchas veces vienen también vecinos en una situación muy precaria con la intención de que les ayudemos de alguna manera. Eso demuestra que la referencia de quién está haciendo las cosas en Cádiz por la vivienda, hoy por hoy, es bastante clara.
—La Oficina cumple diez años, pero ustedes no llevan todavía ni uno en sus cargos. ¿Qué valoración personal y profesional hacen de lo vivido hasta ahora al frente de sus respectivas responsabilidades?
—S.L: Desde que me ofrecieron el puesto de gerente pensé que me había tocado la lotería. Por un lado, porque se trataba del buque insignia de la Junta en esta ciudad y, por otro, porque encima el camino estaba muy bien encarrilado por mis predecesores. Llevo seis meses aquí y cada día me gusta más este trabajo, por muy arduo que pueda resultar en determinados momentos. Es muy gratificante comprobar cómo mientras se van haciendo las obras, se construyen las ilusiones de un montón de gentes.
—G.D: Mi caso es distinto porque yo conocía todas las actuaciones que se estaban realizando desde la Oficina, al pasarme los últimos cinco años coordinando los programas de rehabilitación de la Junta en la provincia. Con todo, estos casi once meses como delegado me han permitido retomar más el contacto con Cádiz y me han dado la oportunidad de visitar rincones que hasta ahora no conocía. Para mí supone un honor colaborar modestamente en proyectos que recualifican la ciudad, al adaptar a las necesidades del siglo XXI edificios del XVII y del XVIII y dotarlos de vida.
—¿Cuál ha sido hasta ahora el momento más duro al que han tenido que enfrentarse?
—S.L: En general, lo más difícil es ver el estado de necesidad de muchas de las personas que aquí atendemos diariamente y no tener la posibilidad de ayudarlos. Esa parte humana se me hace muy cuesta arriba. No obstante, el caso más duro hasta hoy ha sido el reciente derrumbe de Paco Alba, sobre todo, porque era una crónica anunciada. Llevábamos mucho tiempo advirtiendo de que esa finca estaba muy deteriorada y no podíamos actuar mientras no nos la vendiesen. Por eso, cuando se cayó el techo me fastidió mucho tener razón. La única buena noticia del problema fue que, al menos, no se produjeron heridos personales. Pero sí, ha sido el momento más crítico y el de mayor tensión y angustia de los que he vivido como gerente.
—¿Cómo está afectando la crisis económica actual a la Oficina?
—G.D: Afortunadamente, nosotros trabajamos con unos objetivos marcados y muy claros. Es verdad que la crisis está afectando a toda la sociedad, pero hasta hoy esta Oficina no está acusando sus rigores. Todas las actuaciones programadas continúan y las previstas se van a acometer. En el plano positivo, se da además la situación de que ahora hay mucha más demanda de empresas interesadas en ejecutar nuestras obras. Hasta 30 se han presentado para construir los pisos de Osorio, cuando dos años atrás había que ir a buscarlas y se nos quedaban desiertos los concursos.
—Empieza a cuestionarse la posibilidad de que los proyectos del Doce estén a tiempo. ¿Mantienen el compromiso de erradicar la infravivienda para esa fecha?
—G.D: Total y absolutamente. Y si algunas casas no se encuentran terminadas, estarán en obras y terminándose. La planificación la llevamos a cabo a raja tabla. De hecho, en el Oratorio, una de nuestras grandes aportaciones para el Bicentenario, el mismo día en que firmábamos el convenio ya fijábamos la fecha concreta en que debían concluir los trabajos: el 20 de noviembre de 2011.
—Da un poco de vértigo pensar en lo ajustado de los plazos. ¿No creen?
—G.D: Un poco sí. Y seguramente ocurrirá algún inconveniente. En todas las obras surgen contratiempos que demoran. Por eso, no nos queda más remedio que ir jugando con los plazos y saber luego acortar con respecto a lo inicialmente contemplado.
—Lo que sí se está retrasando son las ayudas a los comercios que recogerá el futuro programa de actuación. ¿Hay alguna novedad sobre este tema?
—S.L: Ahora mismo el documento está ya listo y permanece a la espera de que en Sevilla lo aprueben definitivamente. A partir de ese momento podrán solicitarse las ayudas.
—¿Qué puede suponer para Cádiz esta nueva apuesta de la Junta?
—S.L: Esa es la siguiente fase que nos toca afrontar, una vez terminada prácticamente la parte correspondiente a la vivienda. Una de las maneras de seguir conservando la población del casco histórico pasa inevitablemente también por que la gente pueda hacer sus compras allí y no tenga que irse a otros sitios. De ahí que esta línea de trabajo busque darle vida a los barrios y abrir más zonas comerciales.
—¿Habrá alegaciones de la Oficina al futuro PGOU?
—S.L: Todavía no lo sabemos. Hay una parte del documento que afectaría a varias fincas donde tenemos proyectos de demolición, que obtuvieron el visto bueno de la Comisión Local de Patrimonio, aunque aún no se han ejecutado. Con el nuevo Plan se encuentran, por tanto, un poco en entredicho. Por eso, estamos conversando con los técnicos municipales para ver qué criterio piensan aplicar con esos edificios y, en función de eso, decidiremos si presentamos alegaciones o no.
—¿Cómo han acogido la denuncia de Manos Limpias que implica a la Junta y al grupo Dico en una presunta trama de corrupción en Cádiz?
—S.L: Aquí sólo hemos trabajado con DHO y actualmente los contratos se están resolviendo judicialmente debido a su mala situación económica, como ya se conoce. Pero ésta es una empresa diferente a Dico por mucho que ambas pertenecieran al mismo grupo. La denuncia nos coge muy despistados porque los demandantes no han especificado ni concretado nada y nos da la impresión de que alguien se ha confundido o ha querido confundir.
—El anterior gerente, Juan Guerrero, solía decír que la rehabilitación de la Casa de Viudas era su proyecto más querido. ¿Hay alguna obra a la que ustedes le profesen también un cariño especial?
—S.L: Te contesto con otra pregunta: ¿Qué dedo de la mano me corto que no me duela?. Resulta complicado escoger. Con todos los proyectos te implicas y todos te enamoran. Es cierto que hay algunos más singulares, pero en mi caso no puedo destacar ninguno por encima de otros.
—G.D: Yo pienso lo mismo. A mí cualquier obra me parece importante, por pequeña que sea, si viene a solventar problemas de una familia. Ése es el criterio que se ha seguido siempre por las personas que han trabajado en el programa de rehabilitación, cuya involucración va más allá de una mera relación laboral. A esto se le pone pasión y, a parte de un empleo por el cual te remuneran económicamente, se termina convirtiendo en un leitmotiv, ya que te ayuda a realizarte plenamente.
—¿Tiene fecha de caducidad la Oficina de Rehabilitación? ¿Dejará de existir una vez que se cumplan los objetivos por los que se creó?
—G.D: Nuestro propósito actual consiste en eliminar la infravivienda en 2012. A partir de ahí, no sabemos lo que pasará y tampoco nos corresponde a nosotros decirlo. Supongo que dependerá de la tarea que se haya abordado y de la que quede por abordar. Lo mismo nos caen nuevos encargos. El programa de la rehabilitación es un programa muy vivo y cada día surgen diferentes iniciativas.
—S.L: En cualquier caso, el hecho de que plantees esa pregunta denota que ya estamos culminando la tarea para la cual fue concebida esta Oficina. Y si tuviera que desaparecer por ese motivo, pues bienvenido sea.
—¿Aunque su personal pase a engrosar las listas del paro?
—G.D. (Risas) Eso parece difícil que suceda porque experiencias como ésta hacen falta en muchísimas ciudades. Tantas, que en la actualidad no podemos atender la alta demanda que hay.
Un proyecto que tiene el respaldo de “todos los colectivos de la ciudad”
—Lo que no ha cambiado en esta década es la tensa relación que, desde sus orígenes, la Oficina ha mantenido con el Ayuntamiento. ¿Hay visos de que se produzca una colaboración sincera entre ambas administraciones algún día? —S.L: Ha habido algunos desencuentros. Pero, en contra de lo que suele visualizarse en la prensa, existe una excelente comunicación entre los distintos equipos técnicos de esta Oficina y del Ayuntamiento. Ambos se entienden a las mil maravillas y eso hace posible que la mayoría de los temas salgan adelante sin más trascendencia.
—Pero el Gobierno local sigue recordando, cada vez que puede, que en 1999 “la Junta le quitó las competencias en materia de vivienda mediante un decretazo…”
—G.D: Mira, a esta Oficina lo único que le ha movido en estos diez años ha sido resolver los problemas de los gaditanos. Si eso el Ayuntamiento lo ha interpretado de una manera o de otra, es su dilema. Basta hacer un breve repaso de este periodo para comprobar que no ha habido ningún colectivo de Cádiz, ni siquiera el de los medios de comunicación, que no haya estado a nuestro lado colaborando en la lucha contra la infravivienda. En este tiempo hemos firmado acuerdos con la Iglesia, con la Universidad, con asociaciones de vecinos, con el Colegio de Arquitectos, el de Aparejadores, la APC, etc. Esto es un proyecto sumatorio, que inicia la Junta, sí, pero que cuenta con el apoyo de toda la ciudad. Y pienso que el Consistorio debería recibirlo como algo positivo.
—¿Qué balance es el que se puede realizar de esta década?
—G.D: Yo lo definiría como un periodo sumamente positivo. En estos diez años se ha puesto fin a un proceso de deterioro arquitectónico y urbanístico de los barrios más señeros de Cádiz. Y lo hemos conseguido a través de un modelo que se ha convertido en un referente, no sólo para los andaluces sino para otras comunidades autónomas y para otros ámbitos fuera de nuestro país.
—¿Y cómo se traduce eso en cifras concretas?
—S.L: En términos económicos llevamos ya una partida ejecutada de 121,5 millones de euros, mientras que el presupuesto comprometido asciende a 203 millones de euros. Hemos intervenido en un total 7.238 viviendas. Pero la cifra se eleva a 12.639 si incluimos aquellos pisos donde se ha actuado a través del programa de rehabilitación singular, que se centra en el arreglo de zonas comunes, ascensores, etc.
—¿Piensan que esa inversión es percibida por la ciudadanía? ¿Son los gaditanos conscientes de la labor que se desempeña desde este departamento autonómico?
—S.L: Yo lo que creo es que la gente tiene identificada a esta Oficina como la administración que está acabando con la infravivienda y dignificando sus vidas. La prueba está en que aquí no sólo acuden propietarios o inquilinos interesados en arreglar sus casas. Muchas veces vienen también vecinos en una situación muy precaria con la intención de que les ayudemos de alguna manera. Eso demuestra que la referencia de quién está haciendo las cosas en Cádiz por la vivienda, hoy por hoy, es bastante clara.
—La Oficina cumple diez años, pero ustedes no llevan todavía ni uno en sus cargos. ¿Qué valoración personal y profesional hacen de lo vivido hasta ahora al frente de sus respectivas responsabilidades?
—S.L: Desde que me ofrecieron el puesto de gerente pensé que me había tocado la lotería. Por un lado, porque se trataba del buque insignia de la Junta en esta ciudad y, por otro, porque encima el camino estaba muy bien encarrilado por mis predecesores. Llevo seis meses aquí y cada día me gusta más este trabajo, por muy arduo que pueda resultar en determinados momentos. Es muy gratificante comprobar cómo mientras se van haciendo las obras, se construyen las ilusiones de un montón de gentes.
—G.D: Mi caso es distinto porque yo conocía todas las actuaciones que se estaban realizando desde la Oficina, al pasarme los últimos cinco años coordinando los programas de rehabilitación de la Junta en la provincia. Con todo, estos casi once meses como delegado me han permitido retomar más el contacto con Cádiz y me han dado la oportunidad de visitar rincones que hasta ahora no conocía. Para mí supone un honor colaborar modestamente en proyectos que recualifican la ciudad, al adaptar a las necesidades del siglo XXI edificios del XVII y del XVIII y dotarlos de vida.
—¿Cuál ha sido hasta ahora el momento más duro al que han tenido que enfrentarse?
—S.L: En general, lo más difícil es ver el estado de necesidad de muchas de las personas que aquí atendemos diariamente y no tener la posibilidad de ayudarlos. Esa parte humana se me hace muy cuesta arriba. No obstante, el caso más duro hasta hoy ha sido el reciente derrumbe de Paco Alba, sobre todo, porque era una crónica anunciada. Llevábamos mucho tiempo advirtiendo de que esa finca estaba muy deteriorada y no podíamos actuar mientras no nos la vendiesen. Por eso, cuando se cayó el techo me fastidió mucho tener razón. La única buena noticia del problema fue que, al menos, no se produjeron heridos personales. Pero sí, ha sido el momento más crítico y el de mayor tensión y angustia de los que he vivido como gerente.
—¿Cómo está afectando la crisis económica actual a la Oficina?
—G.D: Afortunadamente, nosotros trabajamos con unos objetivos marcados y muy claros. Es verdad que la crisis está afectando a toda la sociedad, pero hasta hoy esta Oficina no está acusando sus rigores. Todas las actuaciones programadas continúan y las previstas se van a acometer. En el plano positivo, se da además la situación de que ahora hay mucha más demanda de empresas interesadas en ejecutar nuestras obras. Hasta 30 se han presentado para construir los pisos de Osorio, cuando dos años atrás había que ir a buscarlas y se nos quedaban desiertos los concursos.
—Empieza a cuestionarse la posibilidad de que los proyectos del Doce estén a tiempo. ¿Mantienen el compromiso de erradicar la infravivienda para esa fecha?
—G.D: Total y absolutamente. Y si algunas casas no se encuentran terminadas, estarán en obras y terminándose. La planificación la llevamos a cabo a raja tabla. De hecho, en el Oratorio, una de nuestras grandes aportaciones para el Bicentenario, el mismo día en que firmábamos el convenio ya fijábamos la fecha concreta en que debían concluir los trabajos: el 20 de noviembre de 2011.
—Da un poco de vértigo pensar en lo ajustado de los plazos. ¿No creen?
—G.D: Un poco sí. Y seguramente ocurrirá algún inconveniente. En todas las obras surgen contratiempos que demoran. Por eso, no nos queda más remedio que ir jugando con los plazos y saber luego acortar con respecto a lo inicialmente contemplado.
—Lo que sí se está retrasando son las ayudas a los comercios que recogerá el futuro programa de actuación. ¿Hay alguna novedad sobre este tema?
—S.L: Ahora mismo el documento está ya listo y permanece a la espera de que en Sevilla lo aprueben definitivamente. A partir de ese momento podrán solicitarse las ayudas.
—¿Qué puede suponer para Cádiz esta nueva apuesta de la Junta?
—S.L: Esa es la siguiente fase que nos toca afrontar, una vez terminada prácticamente la parte correspondiente a la vivienda. Una de las maneras de seguir conservando la población del casco histórico pasa inevitablemente también por que la gente pueda hacer sus compras allí y no tenga que irse a otros sitios. De ahí que esta línea de trabajo busque darle vida a los barrios y abrir más zonas comerciales.
—¿Habrá alegaciones de la Oficina al futuro PGOU?
—S.L: Todavía no lo sabemos. Hay una parte del documento que afectaría a varias fincas donde tenemos proyectos de demolición, que obtuvieron el visto bueno de la Comisión Local de Patrimonio, aunque aún no se han ejecutado. Con el nuevo Plan se encuentran, por tanto, un poco en entredicho. Por eso, estamos conversando con los técnicos municipales para ver qué criterio piensan aplicar con esos edificios y, en función de eso, decidiremos si presentamos alegaciones o no.
—¿Cómo han acogido la denuncia de Manos Limpias que implica a la Junta y al grupo Dico en una presunta trama de corrupción en Cádiz?
—S.L: Aquí sólo hemos trabajado con DHO y actualmente los contratos se están resolviendo judicialmente debido a su mala situación económica, como ya se conoce. Pero ésta es una empresa diferente a Dico por mucho que ambas pertenecieran al mismo grupo. La denuncia nos coge muy despistados porque los demandantes no han especificado ni concretado nada y nos da la impresión de que alguien se ha confundido o ha querido confundir.
—El anterior gerente, Juan Guerrero, solía decír que la rehabilitación de la Casa de Viudas era su proyecto más querido. ¿Hay alguna obra a la que ustedes le profesen también un cariño especial?
—S.L: Te contesto con otra pregunta: ¿Qué dedo de la mano me corto que no me duela?. Resulta complicado escoger. Con todos los proyectos te implicas y todos te enamoran. Es cierto que hay algunos más singulares, pero en mi caso no puedo destacar ninguno por encima de otros.
—G.D: Yo pienso lo mismo. A mí cualquier obra me parece importante, por pequeña que sea, si viene a solventar problemas de una familia. Ése es el criterio que se ha seguido siempre por las personas que han trabajado en el programa de rehabilitación, cuya involucración va más allá de una mera relación laboral. A esto se le pone pasión y, a parte de un empleo por el cual te remuneran económicamente, se termina convirtiendo en un leitmotiv, ya que te ayuda a realizarte plenamente.
—¿Tiene fecha de caducidad la Oficina de Rehabilitación? ¿Dejará de existir una vez que se cumplan los objetivos por los que se creó?
—G.D: Nuestro propósito actual consiste en eliminar la infravivienda en 2012. A partir de ahí, no sabemos lo que pasará y tampoco nos corresponde a nosotros decirlo. Supongo que dependerá de la tarea que se haya abordado y de la que quede por abordar. Lo mismo nos caen nuevos encargos. El programa de la rehabilitación es un programa muy vivo y cada día surgen diferentes iniciativas.
—S.L: En cualquier caso, el hecho de que plantees esa pregunta denota que ya estamos culminando la tarea para la cual fue concebida esta Oficina. Y si tuviera que desaparecer por ese motivo, pues bienvenido sea.
—¿Aunque su personal pase a engrosar las listas del paro?
—G.D. (Risas) Eso parece difícil que suceda porque experiencias como ésta hacen falta en muchísimas ciudades. Tantas, que en la actualidad no podemos atender la alta demanda que hay.
Un proyecto que tiene el respaldo de “todos los colectivos de la ciudad”
—Lo que no ha cambiado en esta década es la tensa relación que, desde sus orígenes, la Oficina ha mantenido con el Ayuntamiento. ¿Hay visos de que se produzca una colaboración sincera entre ambas administraciones algún día? —S.L: Ha habido algunos desencuentros. Pero, en contra de lo que suele visualizarse en la prensa, existe una excelente comunicación entre los distintos equipos técnicos de esta Oficina y del Ayuntamiento. Ambos se entienden a las mil maravillas y eso hace posible que la mayoría de los temas salgan adelante sin más trascendencia.
—Pero el Gobierno local sigue recordando, cada vez que puede, que en 1999 “la Junta le quitó las competencias en materia de vivienda mediante un decretazo…”
—G.D: Mira, a esta Oficina lo único que le ha movido en estos diez años ha sido resolver los problemas de los gaditanos. Si eso el Ayuntamiento lo ha interpretado de una manera o de otra, es su dilema. Basta hacer un breve repaso de este periodo para comprobar que no ha habido ningún colectivo de Cádiz, ni siquiera el de los medios de comunicación, que no haya estado a nuestro lado colaborando en la lucha contra la infravivienda. En este tiempo hemos firmado acuerdos con la Iglesia, con la Universidad, con asociaciones de vecinos, con el Colegio de Arquitectos, el de Aparejadores, la APC, etc. Esto es un proyecto sumatorio, que inicia la Junta, sí, pero que cuenta con el apoyo de toda la ciudad. Y pienso que el Consistorio debería recibirlo como algo positivo.
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