No sé si, tal como dicen sus abogados, el pequeño Nicolás tenía relaciones en altas esferas de la política, la Casa Real o incluso en el CNI, pero no me cuadra que estemos ante un simple artista del engaño.
Si en la España de 1996 el entonces concejal del PP de La Carolina (Jaén) Bartolomé Rubia, Bartolín, ocupó el centro del escenario de la España esperpéntica, ahora quieren que creamos que tiene un heredero, Francisco Nicolás Gómez-Iglesias, el pequeño Nicolás.
Pero mientras que el primero era un auténtico majara que simuló ser secuestrado por ETA y que llevó su delirio hasta Irún, la película del segundo cuenta con algunas circunstancias que ponen de manifiesto que era mucho más que un niño con una capacidad de fabulación desorbitada que le llevó a hacerse pasar por asesor de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y por correveidile del CNI. Eso de que el pequeño Nicolás aparezca retratado con Aznar y Ana Botella en actos organizados por FAES y con Esperanza Aguirre, o saludando al Rey Felipe VI el día de su coronación demuestran que esta historia tiene mucho más recorrido que la de Bartolín.
Si resulta extraño que Aznar y Botella se sentaran junto a este jovenzuelo en actos de FAES, más lo es todavía que el pequeño Nicolás acudiera invitado al acto de coronación del nuevo monarca. ¿Quién lo incluyó en el listado? ¿Qué méritos tenía para ser incluido entre la selecta representación de la sociedad española que acudió al acto?
No sé si, tal como dicen sus abogados, el pequeño Nicolás tenía relaciones en altas esferas de la política, la Casa Real o incluso en el CNI, pero no me cuadra que estemos ante un simple artista del engaño.
Además, está la lujosa residencia en El Viso, frecuentada por empresarios en coches de alta gama, que tuvo como centro de operaciones, el alto sueldo que cobraba de una constructora por labores de relaciones públicas, el viaje a Ribadeo (Lugo) en un coche oficial escoltado por otros dos vehículos y en el que viajaba un policía municipal de Madrid en su día libre, la contratación de un bufete de abogados de prestigio y la descripción tan pormenorizada que hizo a la policía de las instalaciones del CNI no hacen muy creíble de que estemos solo ante un trolero.
Y, sobre todo, resulta sorprendente que el supuesto empresario que ha provocado que el pequeño Nicolás haya sido acusado por la juez de falsedad, suplantación de personalidad y estafa no haya querido denunciarle tras declarar ante Asuntos Internos en unas dependencias de la calle Cea Bermúdez que no se corresponden con ninguna comisaría de Policía. En fin, algo huele a podrido en torno a este cachorro del PP.