Reflexiones sobre psicología
Las actitudes públicas sobre la psicología han cambiado mucho en los últimos 50 años. El hecho de visitar a un psicólogo no se considera distinto al de acudir a otro especialista, por lo que las visitas son ahora más comunes. Incluso hay sectores sociales para los que el psicólogo es como el nuevo s
Todos tenemos problemas emotivos. Como todos somos humanos debemos hallar la forma más adecuada de tratar las ansiedades producidas por las experiencias diarias de la vida. Si no hallamos sistemas adecuados para aliviar nuestras tensiones, si nos sentimos especialmente agitados o deprimidos, y si nuestro comportamiento resulta muy problemático para los que nos rodean, es posible que necesitemos ayuda profesional.
Sin embargo, existen errores a destapar en cuanto a las expectativas de los pacientes o padres de estos. Algunos acuden esperando que el terapeuta les dé la fórmula mágica para resolver todos los problemas con rapidez. Otros creen que llegarán a un estado de felicidad continuada después de la terapia. Un cierto número llega incluso a pensar que es posible alcanzar la perfección… nada más lejos de la realidad.
En el mejor de los casos, lo que podemos es ayudar a una persona a verse mejor, a adquirir una mejor comprensión de sí misma y de su forma de actuar. Además, el paciente tiene la oportunidad de ejercitar sus sentimientos en relación al terapeuta, y hallar así la mejor vía para controlar sus emociones.
Es difícil que un infante, o un adolescente, pida determinada ayuda a sus padres. Por regla general son estos los que están preocupados por el comportamiento de sus hijos.
Cuando han de recurrir a visitar al psicólogo suelen preguntar cómo explicar a sus hijos el motivo de la visita y las funciones del profesional. En este caso es bueno decir al infante que vamos a visitar a un profesional que nada tiene que ver con los médicos que él conoce, pues no pone inyecciones ni examina con instrumentos médicos. Sin embargo, se dedica a hablar y jugar con los niños y, si estos presentan problemas y preocupaciones, puede buscar sistemas para ayudarlos.
Cuando es a un adolescente al que se le propone la visita al psicólogo, es corriente que responda algo tipo: “Yo no estoy loco ¿es que creéis que lo estoy?” Y aunque no lo verbalice, dan por hecho que presentará pensamientos al respecto.
En un caso así, podemos decir al joven que muchas personas van al psicólogo, y éstas sólo un ínfimo porcentaje podría (y utilizo el condicional a propósito) caer dentro de lo que la sociedad categoriza como loco. Podemos seguir diciendo que no pensamos que esté loco, pero que la misión de unos buenos padres es buscar consejo para ayudarle en sus problemas o en los problemas de la familia.
Por desgracia, en el caso de los adolescentes, la visita al terapeuta suele tener lugar tras un largo período de recriminaciones y disputas entre padres e hijos, con amenazas del tipo: “Si no cambias te llevaré al psicólogo”. Esto dificulta que el joven acepte de buen grado la ayuda y consejo del psicólogo, recayendo todo el peso del proceso en la pericia y experiencia del profesional.
Como colofón, hay que recordar a los padres que el criterio para medir la marcha de la terapia no es lo que acontece en la consulta entre terapeuta y joven, sino el funcionamiento de éste en su vida diaria, lo que incluye el trabajo escolar, relaciones personales y el tratamiento de sus emociones en general.
Sean felices.
educa@cop.es
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