Se rechazaron varios toros en el reconocimiento y me imagino que estaban casi al filo de los 500 kilos, y tenían más garantía de embestir. Lo que quedaba en el campo fueron los que embarcaron ya en el segundo camión a la plaza y así salieron. Nos queda la duda si los que regresaron tenían lo que el aficionado y el torero buscan, que embistan con nobleza, fijeza y movilidad. El encierro careció precisamente de eso, fue la negación más absoluta de un toro bravo. Y no le digo nada, que la gente salió de nuevo desencantada y con pocas ganas de volver a la plaza. Esto no es bueno para nadie porque el público ya está mosqueado y no se fía, teniendo en cuenta como algunos aficionados se han dirigido a este medio, que los precios para esta corrida, con toreros de segunda fila, son los mismos que cuando llegan las figuras.
Con estos mimbres Salvador Vega, que no está en buen momento, pechó con dos mansos, aunque abrió el capote con compás y ritmo en el primero. Con la muleta, tras haber tomado el toro una vara, se esforzó en conseguir algunos trazos con cierto brillo, sacándole algunas tandas pero sin terminar de prender chispas. Estuvo con ganas e incluso por encima de las condiciones del toro. Con su compañero empezó a recitar el verbo “yo intento, tú intentas...” Total, para nada. Se puso pesado con el descabello. El cuarto, corretón y manso de salida, que no dejó lucirse a Vega con el capote, una de sus mejores armas, recibió dos puyazos, empujando sin clase. Desastre en banderilla salvándose José María Soler, que colocó uno bueno. Intentó someterlo pero pronto optó por cortar por lo sano.
El lote de Jesuli de Torrecera fue más de lo mismo. Toreó con gusto cargando la suerte en el saludo capotero, dibujando dos buenas medias. Tras una vara hubo un quite por delantales que resultaron buenos. Tras brindar al cielo y al público ligó una tanda ante un toro parado, soso y distraído. Lo mejor fue una estocada que merece premio de algún jurado. El quinto fue un toro bonito, bien hecho, astillado del pitón derecho, recibió dos puyazos y se estiró por naturales. Remataba con la cabeza alta y poco pudo hacer, ya que se paraba y miraba a los tendidos vacíos.
La única oreja de la tarde la cortó Alejandro Morilla por valor, entrega y deseo. Fue en el tercero, un toro que ya de salida se colaba por el pitón derecho. Además, feo y basto. Tuvo el mérito de sacarle varias tandas sobresaliendo por el izquierdo. Por el otro pitón, que ya lo anunció de salida, aumentaba el peligro, se revolvía y buscaba. Aún así tuvo el arresto suficiente para sacarle una serie de muletazos tragando y exponiendo más de lo que se merecía el toro. Remató con unas manoletinas muy ajustadas y paseó una merecida oreja.
Con la corrida ya en su tramo final, y mucha gente frustrada por la mala tarde, el sexto fue otro regalito. Menos mal que hubo una buena vara de Guillermo Rosales, pero aún así en banderilla hubo otro numerito. El toro esperaba y no se confiaron los banderilleros. Cuando cogió la muleta pues para qué seguir, distraído, parado y Morilla lo toreó algo despegado. No merecía más y la brevedad se le agradeció. Esperemos que el domingo, con la vuelta de Morante, la cosa se enmiende con el hierro de Marqués de Domecq, aunque sea del mismo tronco.