Si tuviese que designar un árbol símbolo de nuestra agricultura, por encima del especulativo olivo o del insostenible aguacate, elegiría a la morera. En su mayor extensión en la provincia, allá por el medievo, hizo de Málaga una referencia incluso allende el mundo conocido por las excelentes sedas doradas que gracias a sus hojas los laboriosos gusanos proporcionaban para su artesana fabricación. Pero además aquellas lomas y vegas cubiertas de moraledas propiciaban suficientes servicios ecosistémicos como para sostener parte de la biodiversidad tan generosa que aun puebla hoy buena parte de nuestra rica geografía. Hace tiempo recordaba en esta columna el verso que en su Mar en Nerja dedicó Francisco Giner de los Ríos a la cansada morera, un cansancio quizás provocado por tener que explicar una y otra vez que hace una especie de Manchuria por estos lares.
Esta tierra necesita refundar más que nunca su cultura del árbol como lo hizo hace más de un siglo. El dichoso teletrabajo me hizo perder buena parte de esa memoria que prestamos a una máquina, y con ella documentos sobre la primera celebración de la Fiesta del Árbol en Málaga, que debió ser, por lo que cuenta Martín Zuñiga, en los albores del siglo XX. Por entonces el Doctor Lazárraga la reclamó con vehemencia para iniciar la plantación del soñado pulmón verde de Málaga, y que hoy reaparece por enésima vez con el eufemismo de anillo verde. La sagaz Rosa Villalba, entusiasmada por la cultura del árbol, me remite unos interesantes documentos sobre el origen de la celebración del Día del árbol. Entre ellos uno en el que se recoge el Himno para esa fiesta. En su estribillo afirma que ‘Es el árbol que plantamos el amigo más leal’.
Hoy las moreras de la Cala del Moral rivalizan en una singular competición con otros diez árboles singulares de España. Esperan ser seleccionadas para concursar a nivel continental por ser ‘árbol europeo de 2021’. Ahora mismo va en cabeza, seguida muy de cerca por un algarrobo valenciano y un pino de Elche. Sería un importante impulso que La Cala, y toda Málaga por extensión, consiguiera ese galardón. En cualquier caso el simple acto de votar a esas moreras supone ya de por sí un compromiso con tan leales amigas.
