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Arcos

“La belleza de Arcos tiene por fuerza que sensibilizar en cualquier faceta”

Evaristo Montaño pasó por Arcos como profesor de la desaparecida Escuela Municipal de Arte y fue testigo de las benditas locuras de Antonio Vivas y de otros artistas locales

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  • Evaristo Montaño. -

Su relación con Arcos no se ciñe en exclusiva a esa actividad. Ya desde pequeño oía a su abuelo canturrearle coplas del carnaval arcense como la que, como homenaje al mismo, transcribimos al final de entrevista en la que Evaristo Montaño nos habla de su libro, de su pintura y de sus sueños.

—Fue usted profesor de la Escuela Municipal de Arte de Arcos de la Frontera. Sin duda conoció usted a Lete, otro profesor, y a alumnos tan aplicados como Antonio Vivas a Cristóbal Romero, ambos fallecidos. ¿Nos cuenta algo de su actividad en la Escuela Municipal?
—Por desgracia solo estuve dando clases en la escuela un curso, empecé el curso siguiente pero llegó la crisis, se acortó el presupuesto y ya se sabe, la cultura es la primera que pierde. Un curso más tarde, la Escuela cerró sus puertas definitivamente. A pesar de todo, para mí, fue muy gratificante compartir con mis alumnos mis conocimientos. Sigo de vez en cuando en contacto con Lete, ahora en Almería. A Cristóbal Romero no tuve el gusto de conocerle, pero recuerdo con mucho cariño a Antonio Vivas  y conservo un busto que me regaló. De hecho aspiro a ser como él, un anciano juvenil y vital. También recuerdo a Manoli, a Sol, a Juan el cartero y a muchos otros con los que estuve tantas tardes trabajando en algo tan bonito como el dibujo y la pintura.


—Como buen jerezano, tiene usted mucha relación con Arcos. Incluso alguno de los relatos de su libro, del que hablaremos ahora, son producto de sus recuerdos de Arcos, de tradiciones como el Carnaval. ¿Cómo se ve Arcos desde Jerez?
—Creo que Arcos es uno de los pueblos más bonitos y atractivos de la provincia, con un tremendo potencial turístico y económico y, con ayuda o sin ayuda, con un gran interés por la cultura, sobre todo por la literatura, lo que no tiene nada de extraño. La belleza de sus calles y sus paisajes tienen por fuerza que sensibilizar en cualquier faceta del arte a mucha gente.


—En la prestigiosa editorial "Canto y cuento", que dirige el poeta José Mateos, ha publicado usted sus "Cuentos de un inconsciente". En él, cuenta a su modo algunos relatos clásicos, y se inventa otros que nos dejan perplejos, anonadados o ensimismados. ¿De dónde brota el manantial de sus relatos?
—Creo que estamos rodeados de magia por todos lados. En los caliches de la pared, hay caras, en una piedra puede haber un paisaje, hay gente que aparece y desaparece de improviso, gente de distintos colores, alguien que se arranca con una soleá en un tabanco, cosas maravillosas que te ocurren casi a diario y que la mayoría dejan escapar. Aunque yo reconozco que tengo una ventaja: soy un soñador lúcido, por lo tanto llevo realmente una doble vida. Como dijo el fabuloso escritor brasileño Mario Quintana, "Soñar es despertarse hacia dentro".


—Dicen que es usted capaz de interactuar en sus sueños. ¿Nos lo explica?
—La mayor parte de mis sueños son una continuación de la vida diaria, por lo tanto bastante intrascendentes, pero de vez en cuando, suelo soñar algo increíble. Con la práctica he llegado a despertarme, apuntarlo, y seguir durmiendo, continuando el sueño donde lo dejé. También reconozco que tengo un truco infalible para tener sueños maravillosos: cenar sardinas. Para mí las sardinas son casi alucinatorias.


—Además de escritor, es usted pintor. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad. ¿Cómo es su pintura?
—Como pintor, estoy en este momento  en un dilema. No sé exactamente qué camino coger. Soy básicamente un pintor surrealista, como es lógico, pero el surrealismo puede ser de muchas formas y yo no me decido por ninguna. En este momento tengo cinco cuadros a punto de terminar, uno es un surrealismo en la línea de Magritt, otro con algún parecido a Miró en su primera época, otro, precisamente una vista de la peña de Arcos, muy hiperrealista, otros dos rozando la abstracción. No me decido por ninguno y eso me frena mucho el impulso creativo.

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