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En Feria

"Me parece muy acertada esta medida porque creo que se devuelve la Feria a una zona amplia, cómoda y despejada, si incluimos el Paseo..."

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A  ver, pregunta para los que son de mi quinta más o menos: ¿Quién de ustedes no tiene una foto sentado en el candelabro que había en lo que hoy es una rotonda a la entrada del Paseo? ¿Quién de ustedes no fue inmortalizado por el retratista subido a un caballo de cartón? Yo la tengo, tengo una foto en el candelabro, con mi hermano Antonio, sentados, con las piernas cruzadas y mirando a la cámara desde el pretil de nuestros ojos infantiles e inocentes.

Explico esto porque dicen que vuelve la portada de la feria a su emplazamiento original, es decir, junto al bar “El Faro”. Allí, en ese lugar, conocimos los niños de los años sesenta el inicio de la Feria. Cierro los ojos, miro en mi memoria, y veo, nada más entrar, a la derecha, una luminosa tómbola donde un incombustible secretario se desgañitaba anunciando grandes premios. Yo no era mucho de tómbolas. No me gustaba jugarme el dinero al cara o cruz porque prefería guardar el par de duros que llevaba para montarme en la ola, que era mi atracción preferida.

Me parece muy acertada esta medida porque creo que se devuelve la Feria a una zona amplia, cómoda y despejada, si incluimos el Paseo. Aunque las Casetas sigan abajo, en el llano, el paseo de caballos y otras actividades puede ganar en vistosidad y en comodidad. Ya sólo queda esperar que el tiempo acompañe y el inicio del año agrícola sepa aguardar unos días la ansiada lluvia. Que llueva, sí, pero que lo haga después de Feria.


La Feria, nuestras Ferias, tan ruidosas y alborotadas, son una muestra más de la capacidad de los pueblos para divertirse en comunidad, para festejar al Patrón, en nuestro caso el señor San  Miguel, o para celebrar la cosecha. A nuestra feria de ganado venían, y eso también lo saben todos los de mi quinta, ejércitos de tratantes, corredores, ganaderos y campesinos para comprar y vender bestias. Hay fotos por ahí que nos enseñan, con la torre de Santa María al fondo, burros llenos de mataduras, caballos airosos, más o menos, o esforzados mulos, expuestos para la venta mientras sus dueños les espantaban las moscas o le escondían los dientes para taparles los defectos.
Estamos en Feria. Aquellos borricos no van a volver. Ni las risas de entonces. Pero la vida sigue y ahora estamos nosotros. A todos, paisanos, os deseo, nos deseo, una feliz feria de San Miguel.

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