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Barbate

Fernando Rivera, de practicar con un cura franciscano a séptimo dan en karate

Hablamos con Fernando Rivera, director del Club KIAIDO, séptimo Dan de Kárate, árbitro internacional y director técnico de la Asociación Shotokan Karate-Do JK

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  • Fernando Rivera.
  • Es séptimo Dan, el grado más alto que hay en España en JKA, junto al sensei Aoki
  • "Nunca es tarde, ni nadie es demasiado mayor. He tenido alumnos que empezaron con sesenta años y alcanzaron un buen nivel"
  • Rivera es poseedor del máximo nivel que otorga la JKA en cuanto a titulaciones, las tres AAA en instrucción, examinador y juez

La palabra pasión deriva del latín ‘passio’ que significa ‘sufrir’. Es un sentimiento vehemente tan profundo que desborda la frontera del dolor físico o psicológico. Un sentimiento capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón, como el amor, el odio, los celos o la ira intensos.  Pero hoy hablamos de su acepción ligada al amor, al entusiasmo, al fervor, a la devoción y la afición. Hoy hablamos de Fernando Rivera Román y de su desatada pasión por el karate.

El karate me lo ha dado todo. Nunca lo he considerado un trabajo, sino una forma de vida. Me ha permitido seguir aquí, en la tierra que amo. Tengo un sentimiento enorme por Barbate. Es aquí donde quiero morir

Nació un 4 de agosto de 1959 en Barbate pero su vida cambió cuando apenas contaba con 14 años. Cursaba estudios de Hostelería en San Roque cuando un cura franciscano, que impartía las clases de deporte, preguntó quién quería practicar karate. “Los altos elegían baloncesto, otros fútbol… pero yo levanté la mano. Ahí empecé a practicarlo. Esa fue la primera vez, aunque ya sentía curiosidad debido al cine y a series como Kung Fu (risas)”.

Fernando Rivera.


El cura preguntó si alguien sabía qué era el karate para después explicar que “es una disciplina marcial inventada por los chinos con la cual una persona débil (y señaló a Alberto, un chico muy delgado) puede ganarle a otro más fuerte (dijo mirando hacia Román, un compañero robusto y grande). Así que fuimos tres los que levantamos la mano porque queríamos ganarle a Román (risas). Ese fue el comienzo”.

La semilla comenzó a germinar

El cura “no es que supiera mucho, pero tenía nociones y nos enseñó algunos golpes, como el puñetazo largo y corto, y la patada frontal”. Pero la semilla ya estaba sembrada y desde ese momento Fernando Rivera comenzó a entrenar por su cuenta hasta que a los 16 años, tras concluir los estudios, se fue a Marbella a trabajar y se apuntó a clases de karate. “Era la primera vez que entraba en un dojo (que es como se denomina en Japón al espacio en que se practica y se ensaña la meditación y las artes marciales). Fue algo mágico, era como si hubiese entrado en el cielo. Entré en éxtasis”. Allí estuvo varios meses bajo la batuta de Raúl, su primer maestro tras el cura franciscano.

Luego regresó a Barbate y comenzó a trabajar como portuario, suministrando enseres a la flota pesquera, pero la semilla germinó y el karate “ya me había cautivado”. En la zona no había nada relacionado con el karate y comenzó a indagar. La única manera de avanzar en su pasión era desplazarse hasta Cádiz capital, al dojo que dirigía Manolo Carrillo, un pionero en dicha arte marcial en la provincia. Así que se inscribió y tras el trabajo, “me montaba en la moto y me desplazaba hasta allí. Tardaba dos horas y en invierno me ponía hasta dos chándales. Regresaba a las once de la noche porque daba dos clases. Empecé a subir de graduación y también a competir. Luego me compré una moto mejor, luego un coche y así estuve unos años. Al mismo tiempo que recibía clases en Cádiz, monté aquí un pequeño dojo con amigos, luego alquilé un local con mi primer dojo en Padre López Benítez”, para terminar en la calle Manuel de Falla, donde lleva impartiendo sus clases desde hace unos 40 años.

Por aquellos años “empiezo a interesarme por la competición. No se me daba mal. Gané varios campeonatos de Andalucía y fui finalista en los campeonatos de España. Pero después de diez años, dejó de atraerme y comencé a indagar en el arte marcial en sí a través de los maestros japoneses. El karate federativo no me llenaba, quería algo más. Quería el karate tradicional”… y fue entonces cuando descubrió el universo que rodea a la Japan Karate Association (JKA, organización mundial de Karatedo Shotokan que agrupa a más de 150 países).

Pasión por el karate tradicional

“Fue a través de una alumna que estaba en Londres y me habló del Sensei Keinosuke Enoeda, uno de los grandes maestros japoneses que ha habido en Europa. Le invitamos a venir a España, concretamente a Chiclana… en 1990. Realizó varios cursos internacionales y él nos introdujo directamente en Japón, en la JKA”, que es una de las primeras y más influyentes organizaciones del karate japonés estilo shotokan en el mundo. Su lema es: El guardián de la tradición más alta del karate.

Fernando Rivera.

Desde entonces, “viajo en los últimos veinte años unas dos veces al año a Japón”, tras montar la representación de la JKA en España. Todas las titulaciones, todas sus competiciones, seminarios, regidas por la JKA están bajo su responsabilidad. Organizan cursos y seminarios en Cádiz, Chiclana, San Fernando, Ibiza, Barcelona, Málaga, Granada… en los que participan hasta trescientos karatecas nacionales e internacionales y en los que se invita a instructores japoneses de primer orden como Tatsuya Naka.

Estos seminarios “se centran en el entrenamiento y en la práctica”, señala Fernando, quien es la persona autorizada para examinar en España de dan de JKA, el único junto a un maestro japonés que vive en Alicante, el Sensei Osamu Aoki.

Y es que Fernando Rivera es poseedor del máximo nivel que otorga la JKA en cuanto a titulaciones, las tres AAA en instrucción, examinador y juez. También es árbitro internacional y séptimo Dan… que es grado más alto que hay en España en JKA, junto al citado sensei Aoki. “Para sacarme estas titulaciones he tenido que viajar a Japón más de veinte veces”, país al que regresa este próximo 8 de octubre a pesar de las dificultades y trámites que aún hay que superar para entrar en el mismo a causa de la pandemia.

¿Qué es el karate?

Pero qué es karate. “Es un arte marcial en el que solo se usan los puños y las piernas. Significa ‘mano vacía’. Es defenderte sin armas”. Pero aún es mucho más. “Es una filosofía de vida. Como todas las artes marciales japonesas proviene del bushido. Está dentro de un estricto código de comportamiento que no es solamente aprender a luchar. Contiene unas normas de conducta donde se respeta al contrario y te aporta una serie de valores como la disciplina, el respeto, la formalidad, etc”.

Fernando Rivera.

“Es una forma de vida en la que aprendes a defenderte pero con respeto a la integridad del rival. Aprendes a defenderte si eres atacado. El lema es que en karate no existe el primer ataque. Si te atacas, debes defenderte. Esa es la primera norma porque lo mejor es evitar la confrontación porque el que gana es el que evita el conflicto. Esa es la idea, ganar sin pelear”, señala Fernando.

Unas enseñanzas que transmite desde su dojo. “Por aquí ha pasado mucha gente. El karate en Barbate está muy asentado. De hecho, junto a Algeciras (donde también imparte clases), he graduado a casi doscientos cinturones negros. El doble a nivel nacional”.

E insiste, “el karate es mucho más que el deportivo en sí, el federativo. No todo el mundo quiere o le gusta competir. Muchos buscan estar en forma y adentrarse en sus valores”.

A nadie se le escapa que esos valores cobran más fuerza mientras antes se aprendan. “Para los niños es muy bueno. Su disciplina ayuda en los estudios y ayuda a la hora de defenderse en todos los ámbitos de la vida”.

Aunque era partidario de que se inicien a partir de los 5 ó 6 años, ahora se acogen incluso a edades más tempranas para practicar “prekarate, que son una serie de juegos para introducirlos en el arte marcial”. Porque “el karate es para toda la vida. El que conecta no lo deja nunca, y si lo deja, acaba volviendo”.

Hay que conectar con este deporte, y evidentemente, la pandemia no era el marco más adecuado para ello. Aunque se siguió entrenando y dando clases, respetando las medidas sanitarias y muchas veces al aire libre, lo cierto es que “una generación de menores se ha perdido”, ya que dejó de asistir en estos dos últimos años y ahora les cuesta volver.

También “llegan algunos padres y algunos alumnos confundidos. Incluso hay quien me ha preguntado cuánto tiempo tardaría en aprender para pegar a uno que le amenaza (risas). Tienen una idea errónea. Aquí no se enseña a pegar. Al revés. Enseñamos que no hace falta pegar para ganar una contienda”.

Pero por más que lo explique, esa idea de que enseñen a sus hijos a pegar persiste. “Siempre digo que si alguien está molestando o pegando a su hijo en el colegio, lo que tiene que hacer es acudir al maestro y denunciar el caso. Aquí no se enseña a pelear”.

La edad no importa

Por otro lado,  “nunca es tarde, ni nadie es demasiado mayor. He tenido alumnos que empezaron con sesenta años y alcanzaron un buen nivel. Además, a la gente mayor le vendría muy bien. No es cuestión de hacer trabajo extremo, es cuestión de mejorar la elasticidad, la coordinación, el equilibrio. A veces les frena el desconocimiento de este arte marcial, por eso recomiendo que vengan a ver una clase”.

No lo dice por decir. Le avalan cientos de estudios y su propia experiencia. “No me imagino la vida sin el karate. El karate es mi vida y mi sueño es poder entrenar hasta el último día, aunque sea tumbado en una cama o sentado en una silla. No entiendo la vida sin poder entrenar”.

Eso sí, “lógicamente debo adaptarme a la edad. Los que hemos practicado deporte de élite tenemos un factor que a veces nos cuesta superar. Hablo de la memoria atlética que recuerda lo que hacías, lo que saltabas, las marcas, tu velocidad. Hemos estado toda la vida midiéndonos y llega un momento en el que te das cuenta que ya no vas a saltar lo que saltabas. Es duro, pero te adaptas y progresas en otros campos. Aún así esa memoria a veces te traiciona y te hace probarte y cometer algunas locuras (risas)”.

Pero como en cualquier arte, nunca dejas de aprender. En karate está lo físico, lo táctico y la experiencia. Al principio “es casi todo físico, luego aprendes táctica y luego llega la experiencia. Así, con un mínimo esfuerzo puedes vencer a una persona más joven. Esa es la idea. Jugar con la experiencia y el conocimiento. Ya no se requiere tanto esfuerzo físico para sacar mucho rendimiento”.

Logros gracias a su pasión

Fernando Rivera ha ganado varias veces el campeonato de Andalucía, ha sido finalista a nivel nacional. Ha sido internacional. Pero entre sus mayores logros está la proclamación en 2020 como campeón del Mundo de Karate-do JKA en categoría de 60 años en adelante. Una proeza increíble.

Fernando Rivera.

Como proeza es lograr llevar a cuatro alumnos suyos, dos de Barbate y dos de Algeciras, al pasado Campeonato del Mundo de kárate-do Shotokan celebrado recientemente en Liverpool, tras clasificarse tras el campeonato nacional. “Han pecado un poco de inexperiencia, pero es que son muy jóvenes, son cadetes, y no habían competido mucho con anterioridad. Aún así realizaron una actuación muy decente porque quedar finalista en un campeonato del mundo no es nada fácil, es algo muy complicado. Ha sido un gran comienzo”.

Fernando Rivera ha llevado a varios alumnos suyos a distintos campeonatos, entre ellos a varios europeos. “Gente buenísima”, como Antonio Castro (Zahara), que actualmente es Policía Nacional en Madrid y que en Italia fue elegido mejor competidor internacional.

Sobre los jóvenes que estuvieron en Liverpool, insiste en que “están empezando y confío en que harán un buen papel en futuras competiciones. Estoy muy orgulloso de ellos. Son muy buenos chavales y entrenan muy bien”.

Y como nos acercamos al final de esta charla, le insistimos en qué significa para él el karate. No en vano hablamos de un hombre de 1,82 que el día que ese cura franciscano habló del arte marcial, bien podría haber levantado la mano para jugar al baloncesto. “Y se me daba bien, pero me aburría”.

“Diría que es una forma de enfrentarte al mundo. A través del karate he aprendido a valorarme. Si soportas esta disciplina, puedes aprender cualquier otra cosa. Si valgo para esto, puedo valer para lo que sea. Me ha dado confianza (era un chico tímido). Me ha dado seguridad. Gracias al karate he conocido el mundo entero. He viajado. He hecho muchos amigos. He aprendido japonés e inglés. Me ha hecho árbitro internacional, con lo que me ha abierto las puertas al mundo. Me lo ha dado todo. Nunca lo he considerado un trabajo, sino una forma de vida”, explica.

Pero aún hay más. “Me ha permitido seguir aquí, en la tierra que amo. Tengo un sentimiento enorme por Barbate. Es aquí donde quiero morir. Aún así, me permite estar aquí y moverme, y viajar. He tenido ofertas (como por ejemplo, ser instructor jefe de la JKA en Chicago, un puesto muy bien remunerado), pero me encanta estar en Barbate”.

Una vida basada en el karate que se inició cuando levantó la mano tras la pregunta del cura franciscano. Una vida que ese día “ni se la podía imaginar, aunque supe que algo había despertado en mí. Sobre todo cuando entré en el dojo de Marbella. Fue mágico. Era como entrar en el cielo. Incluso cuando iba en moto a Cádiz, lo hacía con regocijo. Deseaba que llegaran las clases. Es algo muy grande”. La única pega, en sentido irónico, es que “mi familia a veces me reprocha que solo piense en el karate”. Su pasión. Mejor dicho, su PASIÓN con mayúsculas.

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