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De vuelta a Ítaca

Los malos vecinos

Por todos es sabido que, llevado a circunstancias extremas, el ser humano es capaz de sacar lo peor de sí mismo. Vean si no lo que ocurre en tantas guerras...

Publicado: 16/03/2023 ·
19:16
· Actualizado: 16/03/2023 · 19:16
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  • Un bloque de viviendas. -
Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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Por todos es sabido que, llevado a circunstancias extremas, el ser humano es capaz de sacar lo peor de sí mismo. Vean si no lo que ocurre en tantas guerras olvidadas, en las que personas que podían ser consideradas intachables en su conducta han acabado ejecutando las peores atrocidades imaginables. No sé por qué será, pero es siempre digno filosofar sobre las causas que provocan esto, y lo que para unos se explica por la mera lucha por la supervivencia, para otros es simplemente la maldad intrínseca la que  nos vuelve infames que olvidan toda norma social. Pero por mucho que nos tendría que avergonzar esto, para ser conscientes de la maldad humana en forma de un egoísmo máximo no hacen falta de guerras, hambrunas ni desgracias colectivas apocalípticas, ya que sólo necesitan ustedes ir a una reunión de la comunidad de vecinos para ver las miserias que nos rodean.

Desde muy joven me he visto obligado a presenciar como personas cercanas -y que además, en no pocas ocasiones, juzgabas como gente amable y sencilla-, se transformaban en esas reuniones en monstruos que, como un Atila cualquiera resucitado, eran incapaces de sentir la mínima empatía por sus vecinos, y que hubieran sin problema vendido a su madre por pagar unos pocos euros menos de cuota en la comunidad. Así, he visto como un vecino argumentaba a favor de colocar una antena de móviles en la azotea, dando como prueba “científica” irrefutable que él había leído no sé dónde que las radiaciones sólo afectaban a los bloques aledaños, con lo que debía deducirse de sus palabras que mientras él fuese a pagar menos, a él le importaba un pepino que sus vecinos se fuesen a morir de cáncer.

No es el único caso que he conocido, pues desde la vecina idiota que nos obligó a poner los contadores individuales porque ella "no iba a pagar el agua de la del primero" (que vivía sola, y por tanto gastaba menos que la reclamante que tenía tres hijos), hasta el que silenciaba los mangazos del administrador porque bajo cuerda le hacía una rebajita en la cuota, pasando por decenas de ejmplos más... pues uno ha presenciado casi de todo en miserias comunitarias, oigan. Aunque ninguna, he de confesar, como la que viví con mis abuelos en el antiguo bloque en que vivía con ellos en un barrio obrero de la periferia.

Y es que mi abuela, fue la primera en un edificio de gente mayor en quedar impedida y postrada en silla de ruedas, y por lo tanto, su marido solicitó en una reunión la construcción de una rampa para poder acceder al bloque. Aprobada por los pelos la propuesta, algunos vecinos no pudieron ocultar su malestar por ese gasto que a ellos ni les iba ni les venía, y al iniciarse la obra, uno de ellos (presidente accidental en ese momento), aprovechó la chapuza que hicieron los albañiles para devolverla. Porque la rampa, que según la legislación no podía tener más de un 10% de inclinación, superó con creces la norma de accesibilidad haciendo imposible su uso, y por eso mi abuelo fue a pedir a ese vecino que parase la obra, recibiendo por respuesta una agresión en la que llegó a participar su hijo, de unos treinta años, que muy valiente a pesar de no tener ni media bofetada, no dudó en atacar, por la espalda además, a un anciano.

Mi abuelo tuvo que mudarse a un bajo para poder salir con su mujer, pero como a veces el destino es así, años después de aquello, el agresor tuvo la desgracia de que a su esposa le ocurriese lo mismo que a mi abuela. Sin vergüenza alguna, este señor tuvo entonces la cara de solicitar que se pusiese un salvaescaleras eléctrico (propuesta que ya hizo mi abuelo en su momento, haciéndose cargo del coste, por cierto), recibiendo la negativa como respuesta de algunos vecinos que no olvidaban lo ocurrido. Según me cuentan, la mujer parece ser que ha acabado en un asilo, donde probablemente no encontrará barreras arquitectónicas ni vecinos egoístas que antepongan sus más bajos instintos a la felicidad del resto. Y sólo por eso, casi podría decir que me alegro por ella, porque así no tendrá que soportar a los malos vecinos que todos sufrimos en una comunidad de propietarios cualquiera.  

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