Julio Darío de la Rosa, ingeniero jerezano de 32 años, lleva poco más de un año destinado en una planta desaladora de Acciona en la bahía de Tampa, en Florida (EEUU). En todo este tiempo ha vivido ya el paso de tres huracanes, pero ninguno como Milton -“el peor del siglo”, como han señalado algunos expertos-, y eso que en el primero tuvieron que evacuarlo porque se encontraba residiendo en un hotel que se encontraba en una zona inundable.
Afortunadamente, no ha tenido que lamentar daños en su vivienda -ahora reside en la última planta de un bloque y alejado de la primera línea de costa-, pero lleva dos días sin luz ni agua, a causa de los daños causados por la terrible tormenta en las infraestructuras de la zona. Una situación que, por otro lado, contrasta ahora con el sol y el calor que se ha adueñado de las calles.
“Me choca ese sensación”, relata en conversación telefónica mientras conduce por su barrio en busca de la casa de algún amigo que tenga luz y agua para poder ducharse y utilizar su microondas. Él fue previsor y, al menos, llenó el tanque de gasolina, por lo que ya puede moverse por las zonas de la ciudad que no se encuentran cortadas.
“Lo peor no es sólo la lluvia y el viento, sino la proximidad del mar, que con la subida de la marea lo inunda todo”, relata. En este caso, además, se ha dado la circunstancia de que ya vivieron otro huracán hace dos semanas, por lo que a muchas familias no les ha dado tiempo a reparar sus casas; entre ellos un compañero de trabajo. “Nunca suelen venir dos huracanes tan seguidos”, explica, que es lo que más les ha desconcertado.
En su caso asegura haber vivido “tranquilo” las horas previas. “Mi familia en Jerez estaba más preocupada que yo, pero una vez que llega el huracán nunca sabes qué puede pasar”. Un tiempo que dedicó, además de a avituallarse para los dos días que ha permanecido resguardado en su piso, a preparar bien las ventanas. “Una vez que llega hay mucha incertidumbre. Al menos sabía que estaba a salvo de las inundaciones”.
Una vez que ya era seguro poder salir a la calle acudió a su trabajo, para ayudar en todo el tema de limpieza, ya que las oficinas terminaron por inundarse, y también se ha ofrecido para ir a casa de algunos compañeros afectados “para echar una mano en lo que pueda. Nos ayudamos unos a otros como podemos”.
Eso sí, destaca la capacidad de reacción de los equipos de emergencia e infraestructuras para ir devolviendo poco a poco la normalidad a las calles. “No es que Florida se acostumbre a los huracanes, porque a esto no se acostumbra uno, pero está preparada y la respuesta es muy rápida”. Ahora, pasada la tormenta, el primer gesto es el de ayudar.