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Patio de monipodio

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¿Será este el tranvía de los navajeros? No exageremos que en Torreblanca hay mucha buena gente y en todas partes hay cocederos de habas...

Publicado: 12/01/2021 ·
12:41
· Actualizado: 12/01/2021 · 12:41
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  • El tranvía en la parada de San Bernardo. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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¿Será este el tranvía de los navajeros? No exageremos que en Torreblanca hay mucha buena gente y en todas partes hay cocederos de habas. Un tranvía a Torreblanca no tiene por qué ser más peligroso que a cualquier otro sitio en una ciudad dónde, pese a todo cuanto pueda pesar, tiene la tranquilidad por norma, con sus contadas excepcionales salidas de tono. No se habla de las del Ayuntamiento, que esas son mayestáticas, mareantes (¡uy, por una letra!). Porque lo del Ayuntamiento es trincar. ¡Ay! esos “abnegados” funcionarios pendientes de cómo y cuándo meter la mano hasta el codo en las cuentas de los demás. Ay ese decidir los recursos a sus propias acciones. Sería mejor que no existiera el recurso, porque ¿quien se auto condena? Contradicción flagrante de leyes hechas para la galería, para simular una democracia que ni siquiera conocen, ni son capaces de entenderla. Conciencia ausente de quien, cómodamente sentado en su sillón, le duele nada dejar a una familia sin luz, o sin comida, lo importante es meter la mano hasta el codo, e interpretar la ley como más conviene a su particular interés recaudatorio, conscientes -mucho- de que ¿quién va a contratar un abogado para recuperar un embargo de 125 euros?


Qué pretexto tan socorrido y falsario, ese de la necesidad de pagar impuestos para recibir servicios. Porque una multa no es un impuesto, que sepamos. Porque una multa debería gozar de todas las garantías legales para impedir abusos administrativos incluida la gratuidad del proceso, porque no todos saben recurrir una sanción y las sanciones no considerarse impuestos no se deben tratar como si lo fueran. Sin embargo, vergonzosamente, hasta se incluyen en los presupuestos anuales, con la consecuencia perversa de obligar a buscar dónde y cómo multar para cubrir el presupuesto de ingresos calculado de antemano. Cuando cualquier Administración incluye entre sus ingresos previstos un cálculo de las sanciones, se está obligando a sancionar. Y eso ¿cómo se hace? ¿Habrá que pedir a los ciudadanos que incumplan normas para alcanzar el mínimo pre-estipulado? Pues podrían perseguir a esos guarros propietarios de perros que dejan su repugnante recuerdo a su paso. ¡Ah, no! Es más cómodo multar coches parados, aunque no estorben y así de camino “no se molesta” a los presuntos votadores de la periferia.


Lamentable ejemplo de ineficacia, sumada a voracidad recaudatoria. Debe haber otras formas más legítimas de recaudar y en todo caso, respetar las leyes a rajatabla, que la Administración debería dar ejemplo cívico y democrático. El deber de cotizar no incluye la obligación de pagar sin protección jurídica lo que no ofrece quien es juez y parte. Y si cotizar da derecho a reclamar servicios, el primero es exigir un gasto ponderado. Un tranvía a Santa Justa y Torreblanca sólo va a crear problema de tráfico. Y gastar el dinero de los sevillanos en un simulacro de servicio es el peor servicio, mejor dicho, la mayor falta de servicio imaginable. Más, cuando se hace para evitar al Estado y a la Junta el coste de construcción del metro, verdadera y única solución al transporte colectivo y al tráfico en Sevilla.

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