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‘Nahid’: No hay salida

Una mirada que muestra con inteligencia, lucidez, sutileza y honestidad, el callejón sin salida al que se ve abocada una joven divorciada de un individuo deleznable, yonqui, inmaduro, apostador, lleno de deudas…

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La iraní Ida Panahandeh, de 36 años de edad, debuta en el cine con esta estimable película, que ha sido comparada a la excelente ‘Nader y Simin, Una separación’, de Asghar Farhadi, con la que tiene, es cierto, algunos puntos de contacto. Y también notables diferencias.

Las une su visión singular de una sociedad cerrada; una crítica en profundidad y complejidad de los conflictos entre los sexos, centrados en la vertiente conyugal;  una factura y una puesta en escena muy cuidadas; un guión elaborado y repartos impecables, coincidiendo la estupenda Sharet Bayat en ambas. Divergen en todo lo demás.

En ‘Nahid’ hay una mirada profundamente feminista a un estatus quo radicalmente misógino que oprime, explota y anula a las mujeres como esposas y como las ciudadanas que les impiden ser. Como trabajadoras, como personas -con sus derechos más elementales conculcados- y como madres.


Una mirada que muestra con inteligencia, lucidez, sutileza y honestidad, el callejón sin salida al que se ve abocada una joven divorciada de un individuo deleznable, yonqui, inmaduro, apostador, lleno de deudas… que tiene el poder de arrebatarle al hijo que tienen en común, si rehace -como ella pretende, con su nueva pareja -su vida. Y tiene ese poder porque es un hombre, por ninguna otra razón.

No es un tirano de manual, pero sí un déspota arbitrario. Ella trabaja, pero es, a todos los efectos, una indigente que debe el dinero del alquiler y se ve obligada a trapichear para sobrevivir. Su jefe es su enamorado, no un machista al uso en teoría, pero la quiere en casa y sus encuentros -castos a toda prueba- deben ser clandestinos para mirar por la reputación de ella. Es un hombre paciente, accede a una fórmula marital prorrogable, pero la convivencia no se demuestra fácil. Y cuando el ex interfiere, apoyado por su familia, aún será peor…

1o6 minutos de metraje. Escrita por la directora y Arsalan Amiri. La música, bien integrada en el relato, se debe a Majid Pousti. La hermosa fotografía, la firma Morteza Gheidi. Ya hemos hablado de su equipo técnico-artístico, que se desempeña con la máxima solvencia.

No describe, aunque estén latentes, los horrores de una teocracia tan misógina que han sido objeto de otros filmes no menos válidos. Pero sí la cotidianidad tan hostil, desigual e injusta, en la que tiene que desenvolverse la protagonista, como paradigma de lo que les ocurre a todas sus compatriotas.
Una mirada, hay que reiterarlo, diferente. Una cineasta a seguir. No se la pierdan.

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