Duermen mucho, comen más y no saben hablar. Viven en aldeas de chozas desde las que cazan el almuerzo y cultivan tierras para su señor feudal. No saben de nada y de menos entienden. Estos extraños seres están empezando a conquistar nuestro país y, como si no fuera poca nuestra generosidad al dejarles pasar de Despeñaperros, ahora quieren imponernos en nuestra televisión sus bárbaras lenguas vernáculas. Por fortuna, aún quedan españoles de bien que protegen nuestra nación de la invasión de los salvajes, como Don Pablo Motos, grande de España:
“¡Qué porte! ¡Qué elegancia! ¡Qué manejo de la lengua de Cervantes! Poniéndolos en su sitio, como ha de ser. Que nada malo puede pasarle a nuestra lengua si borramos de ella todo lo que se pensó con acento andaluz… Pero, ¡qué gran desgracia sería si cecearan nuestras eses!”
Dejémonos de tonterías y hablemos en serio. Arrojemos algo de luz sobre la caverna desde las que cada cierto tiempo se oyen rugir aquellos pensamientos. Hablemos del primero: ¿se duerme mucho en Andalucía? Pues bien, si durante algún tiempo esta pregunta venía a ser una cuestión de opiniones en la que cada cual daba su percepción del tema y sacaba en desfile todos los tópicos que guardaba para la ocasión, acompañados de anécdotas que determinarían lo convincente de la marcha según se contasen con más o menos gracia, existe hoy una datación realizada por el INE de cuánto dormimos en cada Comunidad Autónoma (siestas incluidas, por si alguno ya se lo estaba preguntando) y el dato más alarmante es que en la inmensa mayoría del territorio no se alcanza la recomendación médica de 8 horas diarias. Pero, ya está; esa es la única preocupación que tengo al consultar los datos, esa y, desde luego, no las astronómicas siestas andaluzas, pues Andalucía, que es una de las comunidades que más se acerca a la media española, tampoco duerme las recomendables 8 horas ni se encuentra entre las cinco que más tiempo pasan en la cama.
Como si no fuera ya de por sí es triste tener que mostrar estadísticas de cuánto se duerme o se deja de dormir, habrá quien lea esto y necesitará también que le demuestren que el tiempo que está despierto el andaluz está haciendo algo de provecho, ya que hay quien imagina Andalucía como una feria permanente de 87.000
m2 en la que la vida es un péndulo del sofá al bar y del bar al sofá. No obstante, este tópico ya no me molesta tanto, pues quienes lo gritan para difamar a nuestra Andalucía encuentran como provechoso al hombre de negocios y, como un desperdicio, al ocio. Cantar, bailar, recitar poesías y reírse con ingenio de la vida, más quisiera cualquiera de esos apologistas del sufrimiento calvinista entender la profundidad de esas acciones y su intrínseca humanidad. El ocio es inherentemente humano y, aún, voy más allá, el humano es inherentemente ocioso. Contaba Don José María Pérez Orozco que el ocio viene del latín
OTIUM , un concepto mucho más exacto que el ocio de nuestra lengua, pues está perfectamente diferenciado del no hacer nada. El “
otium “son aquellas cosas que uno hace porque quiere: el arte, la filosofía, la ciencia (en tanto modo de satisfacer la curiosidad humana), la política… Todos ellos formaban parte de este, pues lo que empujaba a la gente a hacerlo era “la autorrealización”, “la búsqueda del Ideal Humano”, “el mejoramiento de la Obra” (como diría Infante). Estas cosas son las propiamente humanas, las que realizamos, no por un placer instantáneo, sino por una tendencia del humano a la cultura, la ciencia y la Civilización, a humanizar el mundo, a formalizar el espíritu, a espiritualizar la forma.
En contraposición existía en la lengua latina el
NEC OTIUM (de ahí negocio), esas cosas que no hacemos porque queremos sino porque son necesarias para poder realizar actividades de “
otium.”Y estas actividades, tan imprescindibles, han de ser dignas y estar equitativamente repartidas; pero parece que, cuando se ataca al pueblo andaluz, no se dice que el resto quiera más tiempo para el ocio, sino que se ataca que el pueblo andaluz tenga ocio. Se hace así, porque la realidad solo permite que ese grito, que más que una reclama es una especie de insulto, sea el que suene; pues, aunque quisiéramos que el pueblo andaluz fuera pueblo ocioso que pudiera pasar su tiempo aportando al mundo cultura y Civilización, los andaluces dedican casi la totalidad de su día a desvivirse trabajando ,y si hay algo que sí hacen mucho peor que el resto de España es cobrar. ¿Quieren que trabajemos más? Aquí tienen a un millón ochocientas mil manos esperándolos, novecientas mil personas a espera de un empleo, ansiosos de trabajo ¿Les proveerán ellos, tan molestos de los “vagos andaluces”, trabajo a esa gente? Ese es el pensar sobre el tema de la enorme mayoría de los andaluces; no nos molesta en absoluto que se nos identifique con el ocio, más quisiéramos pasar el día bailando, cantando, escribiendo, debatiendo sobre la cultura, el origen de la vida y del universo. Pero, para estar ocioso primero hay que trabajar y el pueblo andaluz no le teme al trabajo, ni mucho menos.
“
El mérito de nuestro pueblo es de hecho el convertirse en todo un referente cultural a la vez que ha tolerado a través del tiempo regímenes señoriales con eternas jornadas laborales. Nuestro pueblo está ansioso de trabajo y no por ello ansía menos cultivarse; entender el genio andaluz pasa por entender esto.”
Además, se dice que la cultura andaluza es una cultura de fiesta y vino, de pan y circo, ausente de valores y belleza; que de la dicotomía griega entre lo apolíneo y lo dionisíaco, se le caería a los helenos la estatua de Apolo por el mediterráneo; que cuando fueron a desembarcar en Andalucía solo hablaron en el sur del hijo de Perséfone. Quizá, entonces, por la existencia de esta errada creencia, tenga algo que ver el que en Cádiz nos dediquemos a cantarle coplas al dios Baco por febrero; pero el hecho es que no es más que una fachada, que no forma eso parte del genio andaluz.
Lo que destaca de Andalucía es que rechaza ese carácter del mundo: el bien o el mal, lo apolíneo o lo dionisiaco, el ying o el yang. La sociedad andaluza era y es dialéctica, en constante movimiento y superación; ni se entendían ni se entienden las dicotomías absolutas y ahistóricas en esta tierra rebelde. El mundo no consta de dos elementos en constante oposición, sino de tres; dos que se oponen y un resultado: tesis, antítesis y síntesis; lo apolíneo, lo dionisíaco y lo pánico. Nunca le pareció interesante a esta tierra los borrachos de taberna sin cultura alguna que ahogan la vida en una copa, ni esas personas que buscan un mundo impoluto, perfecto y con buenas proporciones. A Andalucía le pareció más interesante hablar de la muerte, pero a carcajadas; labrar el campo al sol doce horas sin parar y hacerlo cantando; criar Picassos que cogieran el arte y la proporción y tras dominarlos a fondo, los retorcieran tanto como fuese posible; crear una copla de carnaval con perfecta métrica y mejor melodía que versase sobre lo trascendental de la vida, los valores, la comunidad y la muerte que pocos poetas podrían haber escrito y tomarse la libertad de romper cualquier solemnidad terminando estrofas con versos como:
“Y poder decir antes de morir / ¡qué buena está tu hermana!”.
Los que vean en esto algo aburrido por ser profundo o complejo o algo insultante por pervertir la tradición, la proporción y la solemnidad pueden abstenerse de opinar de nuestra cultura; pero, desde luego, les puedo asegurar que no es un conjunto de fiestas pobres edulcoradas con vino, como algunos opinan, sino que nuestro pueblo está dotado de unas manifestaciones culturales profundas como pocas.
Y, para terminar, hablaré de un último tópico: ¿se habla mal en Andalucía? Lo primero que quiero destacar sobre esto es el criterio que tienen algunos para decidir si algo está bien o mal. Este criterio es algo interesantísimo, no por el criterio en sí, que no podría ser más pobre, sino por todo lo que refleja. Existen personas que consideran que hablar bien es hablar como le enseñaron a él y, hablar mal, el resto de formas. Que haya gente que piense así en nuestra sociedad debería hacernos pensar sobre muchas cosas, mas no será ahora cuando tengamos esa reflexión. Utilicemos, pues, otro criterio para ver si un habla es correcta, preguntémonos: ¿cumple su función?, ¿se entienden sus hablantes? Aquí las hablas andaluzas responden sí, se entienden perfectamente y pueden nombrar todas las realidades que les rodea. Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Necesitarán mucho esfuerzo las arcaicas hablas andaluzas para la comunicación? ¿No consiguen las hablas andaluzas comunicar eficientemente?
“No ni ná”El andaluz permite decir más con menos y es una de las hablas del español más eficientes junto con las hablas latinoamericanas (que, según algunos autores, derivan del andaluz) ¿Será que es el andaluz contrario a la tradición lingüística española? En absoluto, el andaluz, a pesar de ser un conjunto de hablas en constante ebullición, conserva muchas expresiones del español antiguo que en otras partes de España se han perdido. Y, aun siendo esto una enorme riqueza lingüística, la respuesta es burla. No son pocas las risas cuando se grita
“¡Viva el Betis, manque pierda”! ; pero, “
manque” no es ningún “
aunque para analfabetos” sino un arcaísmo del español medieval; toda una joya de nuestra lengua que se ha olvidado en algunos lugares. Sin embargo, hay quien solo sabe responder con burlas ante lo que ignora.
Por todo ello es obvia la riqueza de la cultura andaluza y su historia. Es obvia la heroicidad de pueblo andaluz. Y es obvio que las críticas que se lanzan contra él no son solo falsas sino vacías.
La conclusión de estas ideas impregna todo este artículo y, aunque como sátira, estas conclusiones estaban ya en su primer párrafo, pues el pueblo andaluz y su tradición es exactamente lo contrario de lo que se le acusa, un pueblo rebosante de cultura con unas hablas tremendamente bellas y evolucionadas.
“Andalucía es un gigante dormido que ha de despertar por sí, por España y por la Humanidad. Solo me queda decir: ¡Viva Andalucía libre! Y, cómo no : ¡Viva el Betis manque pierda!”.
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Alumnado del IES Los Molinos participan con sus trabajos con el periódico Viva Conil divulgando sobre ciencia y otros temas importantes en su realidad cotidiana. En esta ocasión ha sido redactado por el alumno Pablo Sánchez González, 4º B.