El Museo de Bellas Artes de Córdoba conmemora el 160 aniversario de la llegada a la ciudad de Rafael Romero Barros, quien articuló su formulación y la del Arqueológico, y participó de manera esencial en la salvación de la Sinagoga y de sus enseñanzas surgió el del pintor cordobés más famoso, su hijo Julio Romero de Torres.
Lo hace con la exposición, junto a la zona que le dedica permanentemente con once de sus cuadros de quien no llegó a ser su director, aunque sí del Museo Arqueológico entre 1881 y 1895, con dos pinturas y dos dibujos.
Los cuadros han salido de los almacenes del Bellas Artes, donde se conserva la obra que su familia donó en 1938 y la que llegó en la Colección Romero de Torres en 1988 por adquisición de la Junta de Andalucía a María Romero de Torres Pellicer, la hija menor de Julio, la última de la saga que ocupó la casa familiar que se ubica junto al museo, que desde 1930 comparte complejo con el Bellas Artes en el antiguo Hospital de la Caridad.
Las dos obras elegidas para homenajear a Romero Barros, que llegó a Córdoba en 1862, 'Rincón del antiguo Hospital de la Caridad' (sin datación) y 'Estanque de la huerta de Morales' (1875), dos óleos sobre lienzo, lo han sido por ser de lo mejor que hay en los almacenes de la pinacoteca de lo que no hay expuesto, según ha señalado a Efe su director, José María Domenech.
El primero está situado en el romanticismo y presenta una imagen hoy singular del conjunto que alberga los museos, con la imagen de un burro, un perro y un gallo en lo que se cree, únicamente a efectos de suposición porque la transformación del inmueble hace casi imposible la identificación, que es el patio trasero de lo que fue la vivienda, una joya solo visitable durante el Festival de Patios Cordobeses.
Domenech destaca la capacidad de Romero Barros para el paisaje y los bodegones, obra de las enseñanzas que recibió en Sevilla de su maestro, Manuel Barrón, máximo representante del paisajismo romántico andaluz.
De Barrón recoge su habilidad de reflejar, por ejemplo, el agua, como muestran las imágenes del Guadalquivir que se exponen en el Bellas Artes o la fuente que representa el estanque que pinta en la Huerta de Morales, que aún está en uso en un enclave en la Sierra Morena cordobesa cuyo caserío, actualmente en ruina, el pintor plasmó en otro lienzo, ya que lo frecuentaba con su familia.
Un dibujo de la huerta que surgió del grafito de Romero Barros también se muestra en la exposición homenaje junto a otro, 'Torso de hombre. Academia'.
Su hijo Julio también pintó en óleo el lugar en otro lienzo, en la que se tiene como su primera obra conocida, en 1890.
Rafael Romero Barros procedía de una familia de Pozoblanco y llega a la capital en un momento un tanto convulso, cuando en el Hospital de la Caridad se reúnen diversas instalaciones culturales después de una intervención que parece motivar su presencia hace 1862.
Allí se reunieron, tras ser cedido al Estado ese mismo año por la Diputación Provincial, que mantiene la titularidad del edificio, el Museo de Bellas Artes y el Arqueológico, con quien compartirá sede desde 1864 hasta 1916, la Real Academia, la Biblioteca Provincial, el Conservatorio de Música y la Escuela de Bellas Artes.
Esta fue iniciativa del propio Romero Barros, recuerda José María Domenech, un centro que tiene en el propio patio que hoy da entrada a los dos museos que alberga el antiguo hospital fundado por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, el lugar de sus enseñanzas, y que contó entre sus alumnos a algunos de los más insignes nombres de las artes cordobesas, como Tomás Muñoz Lucena, Hidalgo de Caviedes y Mateo Inurria, entre otros, además de toda la familia Romero de Torres.
Su hijo Enrique instaló su despacho como director en una estancia que durante años sólo tuvo entrada desde la parte del complejo que fue casa familiar, que fue conocida como 'Romero Barros' porque sus cuadros se colocaron en ese lugar tras la cesión de 1938.
El director del Bellas Artes de Córdoba destaca que, aparte de su faceta artística, "es una figura importante dentro de la protección del patrimonio en Córdoba en una época de grandes obras en la ciudad".
Considera que "su figura fue clave proteger el patrimonio y gracias a él podemos conservar algunos hitos de la ciudad, que sino no se conservarían".
Entre ellos está la Sinagoga, de la que en 1890 denuncia "el estado alarmante de ruina en que se encuentra" en el seno de la Comisión de Monumentos, de la que era vocal secretario, seis años después de haber descubierto sus inscripciones en hebreo y cinco de que fuese declarada Monumento Nacional por su intercesión.