El castillo de naipes se cae irremediablemente. Atrás quedó la patraña del Camp Nou para dar paso a un esperpento. El perpetrado este domingo por el Betis en el Villamarín frente a un Eibar que bailó a un grupo de jugadores que naufragaron de principio a fin. Y todo ello, a tres días de un derbi copero que podría llegar a traer consecuencias para el entrenador en caso de desmoronarse del todo, puesto que buena parte de la afición así lo pidió tras el tercer tanto visitante.
La derrota se fraguó a partir del minuto tres de partido. Momento en el cual la defensa bética empezó a hacer aguas, permitiendo que Capa pudiera perfilarse y armar el disparo dentro del área grande, cuyo lanzamiento, tras estrellarse en Pezzella, descolocando a Adán, se colaba en el interior de las mallas verdiblancas.
Escalofriante puesta en escena del Betis que, nuevamente, volvía a encajar por enésima vez un gol en los primeros compases del partido. Una circunstancia que ha pasado a ser parte del ‘status quo’ del equipo de las trece barras en la mayoría de sus encuentros.
Pero la cosa en los 45 minutos iniciales no quedarían ahí, pues los pupilos de Mel (el técnico madrileño vio el partido desde la grada tras su expulsión en Barcelona); no tardarían en recibir la segunda cornada de la tarde. Así, en el minuto 16, Keko, a pase de Sergi Enrich, batía de volea con la derecha al guardameta bético, poniendo tierra de por medio en el choque en favor de un Eibar que borró del campo a un sombra ataviada con una elástica verde y blanca.
La grada del estadio de Heliópolis se desesperaba y ni siquiera en su futbolista más determinante, Rubén Castro, encontró el camino de la esperanza; y eso que el delantero canario tuvo en sus botas la posibilidad de recortar distancias en el marcador, si bien su tiro a bocajarro fue detenido magistralmente por el portero visitante, Asier Riesgo.
Con el 0-2 se alcanzaba el descanso y la pitada general al conjunto verdiblanco, no se hizo esperar.
Sin embargo, lo peor estaba aún por llegar. El ridículo que los jugadores del Betis estaban rubricando sobre el césped del Benito Villamarín tuvo su guinda en el minuto 70 de partido, cuando Adrián González, en área pequeña y sin marca, alojaba el esférico en la portería local ante el estupor y la lluvia que la parroquia bética que asistió al duelo soportó a lo largo de 90 minutos indecentes. Fue entonces cuando se entonó un cántico que jamás se había escuchado en Heliópolis: “¡Pepe, vete ya!”. En referencia clara el actual entrenador del Betis.
Para terminar por cerrar una goleada en contra histórica, Borja Bastón tiró de magia para ejecutar una auténtica obra de arte que arrancó las telarañas de la cruceta verdiblanca a escasos diez minutos del pitido del colegiado del choque, Prieto Iglesias, que indicaba el punto y final de una jornada para el beticismo, que formará parte de la historia negra bética.