Tristeza y humor

Publicado: 13/09/2020
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Recordé al turista floreado y su “Ah, ya lo decía yo” y sonreí.
Cuándo se oscurecerá? ¿Cuándo llegará la noche en la vida de este virus que nos azota y dejará de burlarse y dañar a los seres humanos? ¿Para cuando ese amanecer que termine de una vez por todas con tantas pesadillas y espantos como los que estamos viviendo?  Al baile de cifras diario, lo acompaña una música fúnebre, que de forma continuada sigue abriendo huecos en los cementerios. Las voces dirigentes nos habían prometido un año de mayor bienestar y opulencia. Este Covid-19, parece la imagen del mismo Satanás. Y así lo estamos tratando, tal como lo hizo el Santo Job: mascarillas, distancia y paciencia. La terapéutica médica en esta ocasión obra como el amigo que está a tu lado cuando tienes crisis económica, pero que no tiene la suficiente fortuna para solucionartela.  Surge la caída de la economía. El amor se desparrama por las ventanas, porque la pobreza no le deja lugar en el hogar. Largas colas zigzagueantes van reptando pausadamente con la esperanza de conseguir algún bocado que sede el dolor de hambre o la posibilidad de conseguir un empleo de calidad infrahumana. No llegan las subvenciones, ni el salario mínimo vital, porque lo pregonado a bombo y platillo es sonido que se diluye en el aire. Se ha perdido la confianza en los datos, los dirigentes y su capacidad para resolver la caída en picado de la capacidad adquisitiva o impedir que se deslicen tantos cerrojos cerrando puertas de empresas. Llevamos los niños a las escuelas, más que como un logro como una “odisea” que Homero no se atrevería a escribir.

La pregunta es ¿qué nos queda? La respuesta unánime: la vacuna. Es el dios que compensará a esta Sociedad/Job cuya paciencia está llegando a ese límite donde la histeria, la depresión y el abatimiento presentan la bandera blanca de la rendición y días atrás, con esta avidez de los medios de comunicación, en ver quién es el que primero que da una noticia, lo que le reportará audiencia y beneficio, no piensan que en algunas ocasiones lo mejor es enemigo de lo bueno y el decir que se ha producido un grave efecto secundario, que paraliza su llegada a la población sin datos de si trata de un voluntario que está recibiendo un  placebo o el fármaco,  o si trata de una patología independiente, lo único que consigue es llevar la incertidumbre a los ciudadanos, dar alas a los negacionistas y empezar a dudar o creer si vamos a ser tratados como cobayas.  Esperanza y confianza. Job, finalmente venció.

Pero no es tristeza todo lo que nos rodea. El humor es preciso. No me acuerdo la fecha en que ocurrió, pero sí quedó fijo en mi memoria, como algo que siempre me hacía sonreir, el día que visité un museo donde se exponían obras del pintor surrealista Joan Miró.  Frente al cuadro Pájaro en el espacio - una secuencia lineal intermitente sobre fondo blanco denso -, lucía rostro de trágica incertidumbre un pícnico turista de camisa floreada. Buscaba el pájaro por toda el área del lienzo. Aquello rebasaba sus límites indagatorios. Pero lo mejor fue cuando se le acercó el guía y le susurró: -Representa la irrupción de lo infinito en lo finito, transmite la sensación de espacio sublime y vacío habitado-. Su respuesta fue inteligentísima: -Ah, ya decía yo- dijo con aire de suficiencia.

Días atrás nuestra simpática Isla estrena nuevo logotipo. Cuando lo vi, lo primero que hice ante aquel grabado propio de un jeroglífico, fue ponerme camisa floreada y esperar las enseñanzas del guía. Era nada menos que nuestra alcaldesa.  No tengo espacio para describir cada uno de los doce iconos en que dividió el logo, pero lo que más me llamó la atención fue las tres semicircunferencias unidas y un punto delgado sobre la del medio, representando sede constitucional y corona (¿ha adelgazado la monarquía?).

Un punto más grueso representa el flamenco (nunca vamos a saber lo que Camaron opinaría de ello). La alegría y sonrisa representada por la semicircunferencia inferior a la del mar (esto no quiere decir que solamente sonreiremos cuando tengamos el agua al cuello) y la V invertida, representando sal y mar. Esto último muy curioso, porque el apellido de la primera edil - Cavada - allí expuesto, tiene tres símbolos idénticos, lo que viene a decir que Doña Patricia es tres veces salerosa. Me di cuenta que mi inteligencia no está a la altura de esta gran evolución progresista. Recordé al turista floreado y su “Ah, ya lo decía yo” y sonreí.            

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