Esta semana se han superado los cien primeros días de mandato en los ayuntamientos de toda España. En Sanlúcar de Barrameda, estas catorce semanas de rodaje de gobierno compartido entre
Izquierda Unida y el
Partido Socialista han dado para mucho.
No les hablo del estado de la ciudad, que continúa siendo prácticamente el mismo de hace tres meses. De hecho, la mayor diferencia con respecto a junio es que los días son ahora más cortos y los pisos vacacionales se encuentran vacíos.
Tomar el bastón de mando de la noche a la mañana no debe ser fácil para quienes en tantas ocasiones pidieron construir castillos en el aire desde la oposición. Cien días han sido suficientes para abrir una brecha en la relación entre el Ayuntamiento y los trabajadores del servicio municipal de la limpieza, los hosteleros de la ciudad o la Policía Local. No precisamente por una mala gestión, para la que no ha habido siquiera tiempo, sino más bien por algún que otro comentario desafortunado y los primeros tropiezos de quienes aprenden a montar en bicicleta sin ruedines.
¡Ay, los baños de realidad!
Resulta paradójico
que Izquierda Unida comience ahora a entenderse con la
Iglesia. Los gestos hablan por sí solos. Aunque la alcaldesa no llegó a formar parte del cortejo de la salida procesional de la patrona -a diferencia de algunos de sus compañeros-, sí la hemos podido ver participando en visitas institucionales y actos públicos.
Atrás quedan los “mamotretos” y las duras críticas que practicaban desde la oposición al “uso partidista” del PSOE en apoyo a las hermandades. La intención expresada por la alcaldesa es la de gobernar “para todas las sensibilidades”. Lo cierto es que más allá de ideologías, sentimientos o creencias religiosas es muy difícil, por no decir imposible, renegar de la cultura y las tradiciones de un pueblo.
Nunca es tarde si la dicha es buena, aunque
para reconciliación sorprendente la de Carmen Álvarez (IU) con su primer teniente de alcaldesa,
Víctor Mora (PSOE). Ambos parecen haber encontrado en la participación conjunta en los actos más importantes que se celebran y en la división de los canales de información del Ayuntamiento el
parche a la tensa relación política que mantienen desde hace años. Un buen amigo suele repetirme constantemente un refrán que viene al pelo del asunto: “cada uno en su casa, y Dios en la de todos”.
Dos almas muy diferentes, cada cuál más propia, que desde el pasado mes de junio
comparten mesa, que no mantel, en el palacio señorial que corona la cuesta de Belén.
El balance de este primer periodo simbólico ha sido positivo por ambas partes.
Carmen Álvarez ha llegado a reconocer en público que se podría haber hecho más y eso le honra. Asumir la realidad es importante para quien vio en un presupuesto transitorio una solución fácil a problemas complejos. En la feria aprendí que no por tirar los dardos al azar conseguiría explotar algún globo.
Víctor Mora, por su parte, se encuentra
satisfecho por haber retenido para el PSOE las delegaciones “que tenían que seguir trabajando y avanzando”,
dejando entrever la desconfianza que el partido siente hacia su socio. Lo cierto es que ese trabajo no se ha trasladado a la calle, para la que Mora continúa siendo su alcalde, y tanto la suciedad como los baches siguen estando en los mismos sitios.
La
primera ley de Newton establece que un cuerpo no puede cambiar su estado inicial de reposo, o de movimiento recto con velocidad constante, si no se le aplican una o varias fuerzas externas. Es evidente que las dos fuerzas en este caso, por muy dispares que sean, tendrían que
empujar en el mismo sentido. Más allá del simbolismo o la autocomplacencia, no es justo juzgar un libro solo por su portada.
De momento la trama entretiene, pero habrá que esperar otros cien días, si es que son suficientes, para empezar a ver un poco más de acción que pueda traducirse en alguna
mejora significativa para los sanluqueños.