Uno de los pasajes que más me gusta de El Quijote es aquel dedicado al pintor Orbaneja, aquel que pintaba tan mal, que al pie de lo que le salía del pincel siempre se veía obligado a escribir lo que creía haber plasmado. La moraleja que aprendí es que antes de buscar el título de un cuadro siempre debía recrearme en él y extraer mi propia lectura, concebir un mensaje propio, lograr que la imagen tenga vida propia en el subconsciente.
En mi doméstica pinacoteca se ha incorporado por fin desde hace unos días una obra soñada. Una vez más mi deseo ha sido alcanzado gracias a la varita mágica de Eugenia Benedito. Me faltaba integrar un cuadro de mi paisano y admirado Andrés Mérida. El pintor de los azules imposibles, de los rostros enigmáticos que se entrecruzan mientras se alargan, de los detalles cercanos. En la obra que ahora disfruto veo un árbol rabioso que como un gallo altivo se erige para la pelea, mientras un hombre en copa arbórea sublimado mira hacia el otro lado indiferente. La lectura personal me acerca a alguno de los conflictos actuales de la humanidad. La voraz deforestación frente a la quietud de los poderosos que solo estiman su riqueza. Todo esto en un día, como hoy, dedicado a la Salud ambiental y cuyo lema invita a crear comunidades resilientes a través de la reducción del riesgo de desastres, y mitigación y adaptación al cambio climático
El supuesto árbol galloso se eleva desde un suelo prominente, arcilloso y yermo. Es la mejor alegoría a esas consecuencias de una crisis climática en la que la biodiversidad retrocede mientras el desarrollo sostenible está cada vez más lejos de alcanzarse. Cuanta lectura se puede extraer de esta pintura en pequeño formato, cuantas inagotables lecciones se sucederán sobre ella a lo largo del tiempo.
Todas las artes tienen grandeza, pero en la pintura como reconocieron desde Leonardo hasta Velázquez, pasando ahora por autores como Mérida, la pintura es arte mayor que fomenta la imaginación que nos conduce a los grandes valores y sentimientos. Saber mirar un cuadro es harto difícil, es también un arte. Gracias Andrés por tus enseñanzas, y perdona mi libre interpretación.
